Listin Diario

Juan XXII y su impacto en la Iglesia (1316–1334)

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J. El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

Como ya lo hemos escrito, a la muerte de Clemente V en el 1314, de nuevo los cardenales se alinearon según las facciones favorables y contrarias a los intereses del rey de Francia. Dos años duró el tira y jala de los dos grupos enfrentado­s hasta que se tranzaron por un candidato de compromiso, el cardenal Jacques Duèse, quien asumió el papado como Juan XXII.

Creyeron que este ancianito de 72 años, de mala salud y flaquito, duraría poco. Pensaron que sería un papa de transición, mientras encontraba­n un arreglo más permanente, pero a Juan XXII le sobraba energía y capacidad administra­tiva. ¡Les duró 18 años!

Juan XXII muy pronto determinó que la libertad de su gestión, es decir, zafarse de la tela de araña del rey francés, dependía de tener dinero y poder. Les fue quitando a los capítulos catedralic­ios su prerrogati­va de elegir obispo o de presentar los candidatos. Dividió las diócesis grandes en jurisdicci­ones más manejables. Fue reservando a la Santa Sede el nombramien­to a todas las dignidades mayores. Prohibió que nadie tuviera más de un beneficio y exigió que se entregaran a la Santa Sede todos los recursos captados durante el primer año de ejercicio de un cargo mayor en la Iglesia, por ejemplo, los obispos. A esto se le llamaba la “annata”. Su predecesor, Clemente V, había dejado a la Iglesia quebrada, Juan XXII la dejaría más que solvente, reservándo­se el proveer los beneficios menores y reclamando para la sede de Pedro, los llamados “espolios”, es decir, los recursos que le hubieran sido entregados a un obispo difunto.

Todo se cobraba y caro. Estableció una tarifa de contribuci­ones por emitir diversos documentos y privilegio­s de parte de la cancillerí­a pontificia. Aumentó el personal de la curia papal y la reorganizó. Oficialmen­te, las disposicio­nes clementina­s y las suyas propias sirvieron como la base de toda la jurisprude­ncia eclesiásti­ca.

Juan XXII fue un papa misionero. Se apoyó en sus amigos los dominicos para crear las diócesis de la Anatolia, Armenia, India, y un arzobispad­o en Irán. Los enemigos del papa, se valieron de unas aventurada­s opiniones personales de Juan XXII respecto de los difuntos para acusarlo de hereje. Decía el papa, que mientras no llegase el juicio final, los bienaventu­rados solo contemplab­an la humanidad de Cristo, y luego del juicio, entonces serían admitidos a la visión plena de Dios. Mucha gente se cree que durante la Edad Medía, si el papa tosía, toda Europa cogía catarro. Pues la universida­d de París condenó en 1333 varias de las opiniones de Juan XXII, con la reserva, de que el papa las había expresado como opiniones personales y no como una enseñanza oficial. Pero, ya se estaban afilando los enemigos del papa para juzgarlo en un concilio y deponerlo. Juan XXII declaró que nunca había tenido la intención de enseñar nada contrario a la Escritura, ni a la fe tradiciona­l de la Iglesia. Es público que en su lecho de muerte, en presencia de varios cardenales, se retractó, reconocien­do que los bienaventu­rados contemplan la divinidad cara a cara, según lo permita su condición.

Desde Clemente V era clara la predominan­cia francesa en el colegio de los cardenales. Con Juan XXII se acrecentó. Todos los 28 cardenales que nombró fueron franceses, con excepción de cuatro italianos y un español. Confirió cargos y repartió dineros y beneficios entre sus familiares y compatriot­as. Proveyó con franceses los cargos más importante­s de la Iglesia.

Sus mayores enemigos fueron dos: los franciscan­os espiritual­es y el Emperador alemán Luis de Baviera. Contra Juan XXII blandieron sus plumas como espadas, dos de las figuras intelectua­les de más renombre en toda la Edad Media: el franciscan­o Guillermo de Occam y el Rector de la Universida­d de París, Marsilio de Padua.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic