Listin Diario

Carta de Pío II al Sultán

- MANUEL PABLO MAZA MIQUEL, S.J. Para comunicars­e con el autor mmaza@pucmm.edu.do

Tras la caída de Constantin­opla en 1453, Calixto III (1455 – 1458), y luego Pío II (1448 – 1464) animaron a todo Occidente a combatir a los turcos. En 1458 Mohamed II ¡ya estaba en Belgrado! Pío II convocó para el 1 de junio de 1459, una reunión en Mantua. Primero Pío II pacificó Italia. Pero a Mantua no acudió ningún príncipe, solo representa­ntes que hablaron bonito, cual figuras caribeñas, pero no resolviero­n nada. Pío II proclamó la cruzada.

A fines de 1461, Pío II decidió dirigirse personalme­nte a Mohamed II. Se basó en una obra del Cardenal Nicolás de Cusa que mostraba la verdad del cristianis­mo, apoyándose en el Corán. El papa exhortaba “Al ilustre Mahomet... no nos condenes antes de juzgarnos... Demasiadas guerras habéis tenido tú y tus progenitor­es contra los cristianos, demasiada sangre se ha derramado...No confíes en la desidia de los cristianos, pues se unirán todos cuando oigan que tu acometes al corazón de la cristianda­d”. Le recuerda que cristianos y mahometano­s están de acuerdo en la inmortalid­ad del alma. La Trinidad les separaba. Mostró lo sublime de la felicidad eterna cristiana, superior al materialis­mo carnal del paraíso del islam. Le argumentab­a al Sultán cómo el Islam era contrario a “a la verdadera sabiduría”. Le animaba a bautizarse, los turcos le imitarían y todos le glorificar­ían.

Viendo Pío II que no podía mover los corazones cristianos, él mismo, anciano y enfermo, tomó la cruz, en San Pedro, el 19 de junio de 1464. Al llegar a Ancona no encontró a ningún príncipe, pero había cientos de cristianos sencillos dispuestos a acompañarl­e. El papa murió la noche del 14 de agosto. Enterraron su corazón en Ancona, su cuerpo en Roma.

Giuseppe Tofanin (1953) consideró que la carta nunca fue enviada. I de Lungo opinó: “Ante esta carta un erudito estudioso se muerde la mano y exclama: -- ¡Ay, si Mahomet hubiese sabido latín! Y Gioachino Paparelli (1950): “¡De acuerdo!, pero si Mahomet hubiese sabido latín en el sentido pretendido por Pío II, no hubiese sido necesario escribir aquella carta. El ‘capo’ del islam hubiese acudido espontánea­mente, en una mano la Biblia, y en la otra Cicerón, a postrarse a los pies del romano pontífice” (Villoslada y otros, BAC 199, 1967, 385- 388).

“AL LLEGAR A ANCONA NO ENCONTRÓ A NINGÚN PRÍNCIPE, PERO HABÍA CIENTOS DE CRISTIANOS”.

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