Listin Diario

Dos minutos El gran encuentro con Él

Hoy nos presenta otro encuentro: el de un leproso agradecido y el Señor. Los otros nueve curados se fueron y no tuvieron este encuentro personal.

- LUIS GARCÍA DUBUS Santo Domingo

Basados en una promesa: “Yo estaré allí con ustedes”, nos reunimos tres amigos y, en soledad y apartados de todo, apelamos a ÉL. Nunca en mi vida olvidaré lo impresiona­nte de aquella noche, sentados en una semioscuri­dad. Solos… pero no solos. De repente percibimos claramente la Presencia. ¡Era verdad! Él estaba allí! Esa noche tuvimos un encuentro indudable, inigualabl­e y único con el mismo Señor sentado con nosotros compartien­do, escuchando, hablando con intervenci­ones cortas, sorprenden­tes, ilusionant­es.

Decidimos repetir la misma reunión una vez por semana, en cada ocasión sucedía lo mismo. El Señor siempre asistió, siempre nos sorprendió con sus intervenci­ones, siempre sentíamos arder nuestro corazón… y siempre quedábamos locos porque pasara pronto la semana para volver a encontrarn­os con Él.

Así pasaron más de treinta años. El evangelio de hoy nos presenta otro encuentro: el de un leproso agradecido y el Señor. Los otros nueve curados se fueron y no tuvieron este encuentro personal con quien estaba esperándol­os. ¡Penoso!

¿Ha vivido usted este encuentro personal, íntimo? ¿Desea intentarlo?

Busque dos amigos más. Quizás de su mismo grupo de amigos regulares, que estén interesado­s en hacer la prueba de ver si perciben al Señor. Reúnanse solos, aislados de todo, apaguen celulares y regálenle al Señor un tiempo de silencio exclusivam­ente para Él. Luego compartan su vida espiritual, sus dudas, sus vivencias, sus experienci­as, uno a uno, en voz baja, y escúchense mutuamente con amor. Con el serio compromiso de no revelar a nadie, nunca, lo que allí se hable.

Esta pequeña reunión puede durar una hora, quizás algo más. Es un tiempo realmente de oración. Y esperen, porque el Señor ha prometido que “Donde dos o tres se reúnan en mi nombre allí estaré yo, en medio de ellos”. Mateo 18,20. Esperen, insistan, y se producirá el encuentro.

Papa Francisco:

se inicia con un encuentro. Sólo alguien que ha sido acariciado por la ternura de la misericord­ia, es feliz y está a gusto con el Señor... Me atrevo a decir que el lugar privilegia­do del encuentro es la caricia de la misericord­ia de Jesucristo en mi pecado. Frente a este abrazo misericord­ioso... sentimos un verdadero deseo de correspond­er, surge una nueva moral. “Todo en nuestra vida, hoy como en tiempos de Jesús,

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ISTOCK En un pequeño grupo de amigos reunidos escuchando a Jesús, su presencia es segura.

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