Europa pierde las voces de la historia
a grandes audiencias. También ha creado una oportunidad para el surgimiento de fuerzas políticas, que buscan replantear la historia del siglo pasado para desempeñar un papel más importante en rehacer la actual.
En toda Europa, los partidos radicales de derecha con historias de negación del Holocausto, la obsesión con Mussolini y los temas fascistas han cobrado fuerza en los últimos años, pasando de los márgenes a los parlamentos, e incluso a coaliciones de gobierno.
Italia es particularmente vulnerable a la pérdida de la memoria.
En los tres cuartos de siglo después de la derrota de Italia y la guerra civil de facto, con el efímero estado nazi, títere de Mussolini en el norte, las personas que vivieron la guerra y el fascismo han ofrecido un testimonio vivo que brilló entre la confusión.
Esa generación tendría un último reflector y una voz fuerte en el 75 aniversario del fin de la guerra, en Italia y en toda Europa. A diferencia de Alemania, que se ha obligado a ver de frente sus crímenes, Italia, con frecuencia, ha apartado la mirada. Después de la guerra, surgieron partidos post-fascistas, y sus descendientes políticos directos siguen vibrantes, y creciendo.
El nacionalismo está nuevamente en boga, con líderes que, a propósito hacen eco de Mussolini, a quien muchos aquí admiran abiertamente. Las muertes a causa del virus, de los que lucharon contra el fascismo, han recibido menos atención.
Piera Pattani trabajó de manera clandestina alrededor de Milán durante la guerra. Ayudó a los aliados a escapar de los guardias italianos fascistas y observó cómo la SS alemana se llevaba a sus camaradas.
Con más de 90 años contaba sus relatos en los salones de clases. En marzo, a los 93 años, se contagió con el virus y murió. “El virus hizo lo que el fascismo no pudo”, afirmó Primo Minelli, de 72 años, amigo de ella.
Agregó que ahora eso tenía una importancia especial, debido a un clima político que le parecía amenazador. “El testimonio de primera mano se valora sobre el testimonio indirecto”, comentó. “Ya hay un esfuerzo en marcha para eliminar la historia de la resistencia. Ese esfuerzo se acelerará cuando los testigos se hayan ido”.
“Ya saben cómo es cuando alguien está bien, lo que dicen sobre el pasado parece como una fábula”, comenta Teresa Baroni, de 86 años, que perdió a su esposo, Savino, a causa del coronavirus, en marzo. “Y luego se mueren y ya no parece una fábula”.
Relató que su esposo, de 94 años, casi nunca hablaba de su época, en la que escapaba de los fascistas y luchaba con la brigada Mazzini en San Leo, en la costa este de Italia.
Cuando él dio positivo en corona virus y los paramédicos de una ambulancia se preparaban para llevarlo al hospital en marzo, su esposa lo mantuvo en casa, diciendo que había dormido con él durante 66 años y que no dejaría de hacerlo ahora. Murió a su lado días después, relató, llevándose consigo sus historias.
“Los recuerdos desaparecen cuando los involucrados directamente se van, y todos somos viejos”, expresó William Marconi, un partisano que luchó contra los nazis en Tirano, en el norte de Italia. “Y este virus está matando a los ancianos”.
Marconi, de 95 años, aún vive en Tirano, donde explicó que su incapacidad para caminar lo ha mantenido en casa y lejos de la amenaza del virus. Había escrito sobre sus experiencias, pero ahora era menos optimista sobre la perspectiva de que las generaciones más jóvenes aprendieran las lecciones del pasado. “No estoy convencido de que el recuerdo sirva”, expresó. “Incluso aquellos que conocen la historia, lo hacen una y otra vez”.
Al morir los testigos, las nuevas fuerzas rehacen el pasado.