La manera de salvarnos
Las corporaciones finalmente creen que las vidas de los negros importan. O al menos entienden que tienen que hacer parecer que creen que las vidas de los negros importan.
Desde Microsoft hasta Peloton pasando por la NFL —la misma liga cuyos equipos le dieron la espalda a Colin Kaepernick tras su protesta pacífica— han publicado mensajes cuidadosamente redactados que afirman que están comprometidos con la diversidad y la inclusión, mostrándose solidarios con sus empleados de raza negra. Uno le puede preguntar a Alexa, la asistente virtual de Amazon, si las vidas de los negros importan y ella responderá: “Las vidas de los negros importan. Yo creo en la igualdad racial”.
Estos mensajes son curiosos. Ha habido varios incidentes de brutalidad policial en los últimos años y, en ese entonces, la respuesta de las corporaciones estadounidenses para nada fue así. En esta ocasión, por algún motivo, los ejecutivos parecen haber decidido que la mejor forma de respaldar sus marcas es realizando una compleja actuación como aliados.
Varias compañías están haciendo aportaciones financieras y otros gestos. YouTube ha establecido un fondo de 100 millones de dólares para creadores de raza negra. Walmart y su fundación han dicho que gastarán 100 millones de dólares en la creación de un centro de equidad racial. Varias compañías, incluyendo Apple, Coca-Cola y Citi National Bank, han efectuado donativos a la organización Equal Justice Initiative. Amazon no permitirá que los departamentos de la policía usen su software Rekognition durante un año. Los programas de televisión estadounidenses “Cops” y “Live PD” han sido cancelados por sus televisoras. Y después de más de 15 años, la serie “The Bachelor”, de la cadena televisiva ABC, finalmente tendrá un soltero de raza negra, Matt James.
Una gran cantidad de cosas que supuestamente eran imposibles, de pronto se han convertido en prioridades. Es un momento agridulce porque siempre supimos que el cambio era posible. El mundo simplemente no quería esforzarse.
Cada vez que hay un incidente racista espantoso, me pregunto si las cosas de hecho serán diferentes. Durante un breve tiempo, la gente dice las cosas adecuadas. Lamenta el racismo. Llora a la persona de raza negra que ha muerto a manos de oficiales de policía o justicieros de raza blanca descontrolados. Promete ser parte del cambio necesario. Pregunta qué puede hacer para crear ese cambio.
Y luego regresa a su vida. El entusiasmo público por abordar la brutalidad policial tiene que esperar hasta que otra vida de raza negra se pierda prematuramente por el racismo. Quiero que esta vez sea diferente. Necesito que esta vez sea diferente. Nunca ha habido más apoyo público para luchar con el racismo y reimaginar la aplicación de la ley.
Si me hubieran preguntado antes del asesinato de George Floyd, si creía en la abolición de la policía, habría dicho que se necesitaba desesperadamente una reforma, pero que la abolición era ir demasiado lejos. Me faltaba imaginación. No podía imaginar un mundo en el que no necesitáramos la aplicación de la ley como está configurada en el presente. Me avergüenzo. Ahora sé que no necesitamos una reforma. Necesitamos algo mucho más radical.
El sistema actual no funciona. Incluso durante las protestas contra el sistema de hoy, los oficiales de imposición de la ley se comportaron, en gran medida, como siempre, con fuerza bruta y aparente indiferencia por la seguridad de los manifestantes. Creen que son justos. Prendamos fuego a todo y construyamos algo nuevo de las cenizas.
Aunque no creo que las declaraciones corporativas sobre diversidad sean sinceras, al menos es bueno ver que estas compañías están conscientes de que algo tiene que cambiar. Pero luego uno ve el liderazgo ejecutivo de estas empresas. Uno ve sus consejos directivos y la composición demográfica de su fuerza laboral. La mayoría de las veces, carecen de diversidad. No tienen ejecutivos de raza negra. Sus empleados negros son desdichados.
Algunos empleados han opuesto resistencia. Han descrito lugares de trabajo “tóxicos”, compañeros de trabajo ofensivos, fundadores racistas, intolerancia desenfrenada, desigualdades salariales y más. Sabemos que el racismo es un cáncer virulento, pero está claro que hemos subestimado enormemente el grado de la podredumbre. Corderos sacrificados han ofrecido sus renuncias. Se han disculpado por los entornos laborales dañinos que han creado y fomentado. Pero en la mayoría de los casos, es probable que los agresores sean reemplazados por personas que repetirán los patrones tóxicos.
Algo en este momento se siente diferente, pero no estoy segura de que alguien sepa cómo avanzar de manera que se erradique, efectivamente, el racismo de una vez por todas. No estoy segura de que las personas que más necesitan hacer esa labor tengan incentivo para cambiar.
Está claro que nadie vendrá a salvarnos, pero podemos salvarnos a nosotros mismos, y lo haremos. Lo haremos al seguir protestando de forma incesante y recordando que la furia que aviva las protestas está totalmente justificada. Lo haremos al derribar las estatuas de soldados confederados, de capitanes de barcos de esclavos, de colonizadores y de cualquiera que se haya destacado, a espaldas del sufrimiento de los negros o indígenas.
Nos salvaremos haciendo responsables a las personas y a las corporaciones de cómo valoran la vidas de los negros, cuando están más allá de la mirada de la opinión pública. Tiene que haber algo más que la redacción de comunicados acerca de la desigualdad. Tenemos que retarnos. Tenemos que tomar en cuenta ideas que antes parecían imposibles. Tenemos que correr riesgos y hacernos sentir incómodos. Necesitamos seguir hablando de todas las formas, en que el racismo influye en nuestras vidas.
Estamos al borde del cambio. La opinión pública está en proceso de cambiar. Pero incluso con la fuerza de la indignación pública, hay recordatorios en torno a lo que nos enfrentamos. El informe del incidente del asesinato de Breonna Taylor a manos de oficiales de la policía en Louisville, Kentucky, estaba casi en blanco cuando se dio a conocer, casi tres meses después de su muerte. Uno de los oficiales involucrados ha sido despedido, pero ninguno de ellos ha sido acusado de un crimen, más de tres meses después de la muerte de Taylor.
La farsa del informe policial era un mensaje incisivo: los oficiales de la policía pueden salirse con la suya matando gente y el público poco puede hacer al respecto.
Si en realidad un cambio se aproxima, aún no hemos visto su forma —y el enemigo que enfrentamos es desmesuradamente poderoso. Entender esta verdad y persistir, sin embargo, es cómo nos salvaremos.