Unas galletas recuerdan la suerte de un artista
En una azotea de La Habana yace un montón de galletas de la suerte. Los amantes del arte llegan de uno en uno o de dos en dos, rompiendo una galleta para leer su suerte, a veces llevándose la golosina a la boca.
El cúmulo de galletas es parte de “Sin título” (Esquina de galletas de la fortuna), una obra de Félix González-Torres de 1990 que ha sido instalada, como obra colectiva en cientos de ubicaciones. Es la primera obra de González-Torres que se realiza en su isla natal, según la Fundación Félix González-Torres.
“Es como si él estuviera aquí, mirando a Cuba, al paisaje, a sus orishas”, comentó Jorge Fernández Torres, director del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en referencia a las deidades de la Santería, la religión sincrética que practican muchos cubanos. Él estuvo entre las 1.000 personas invitadas por las galerías Andrea Rosen y la de David Zwirner para participar en el proyecto.
“Sin título” (Esquina de galletas de la fortuna) involucró originalmente 10.000 galletas y fue parte de una serie de esculturas comestibles.
Las dos galerías, que representan al patrimonio del artista, invitaron a los amigos, artistas y fanáticos de la obra de González-Torres a exhibir montones de galletas del 25 de mayo al 5 de julio.
Rosen comentó que se le ocurrió la idea en abril, cuando el mundo estaba en confinamiento, esperando generar reflexiones en torno al espacio público y privado, la pérdida y regeneración, así como el valor de la existencia.
González-Torres, que nació en Cuba en 1957, pero se marchó de niño y se identificaba como estadounidense, pasó gran parte de su trayectoria en Nueva York. Aparentemente simple —una pila de papel, un montón de dulces y una cortina de cuentas— su obra está “hecha para crear complicaciones”, apuntó Rosen.
El artista, que era gay, vivió en la primera línea de la pandemia del sida, al perder a su pareja, Ross Laycock, por esa enfermedad en 1991 y luego muriendo él por causas relacionadas con el sida en 1996.
Carlos Basualdo, un curador en el Museo de Arte de Filadelfia, expresó que la obra de González-Torres habla del aislamiento y también del dolor de la pandemia actual, como lo hizo, en gran medida, durante la crisis del sida.
“Hay obras que, cuando las sometes a las presiones de hoy, quedan en silencio”, afirmó. “Pero no la obra de Félix. Aún está viva”.
Hasta la fecha, unas 320 personas desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica, hasta Knoxville, Tennessee, han instalado la obra, según la Galería Andrea Rosen, que ha publicado fotos, videos y textos de unas 70 locaciones en su sitio de internet.
Algunos han colocado las galletas en un espacio público —como el centro de transporte público Hongqiao, en Shanghái; una fuente sin agua, en Roma— mientras que otros las instalaron en su habitación.
Brianna Calello, encargada de registros en la Galería Andrea Rosen, en Nueva York, llena la cesta de su bicicleta con las galletas todos los días.
Un chef de La Habana, Carlos Alonso Acosta, cuyo restaurante de comida cubano-asiática, Jama, ha estado cerrado, durante este tiempo, elaboró 500 galletas. Fernández escribió los papelitos de la suerte, utilizando citas de González-Torres, intelectuales cubanos y proverbios comunes.
Humberto Díaz, un artista de La Habana, que visitó la instalación en la azotea, comentó que el entorno le infundía un nuevo poder. “Tienes esta experiencia íntima de leer tu propia suerte con la ciudad desplegada ante ti”, señaló.
Para Fernández, la modestia de la instalación, lo extraño de ponerla en escena durante una pandemia, e incluso, el esfuerzo para hacer las galletas, parecía idóneo.
“Es como una conversación íntima”, aseveró.