El pique de mi mamá
No sé si te acuerdes de alguna vez que tu mamá se enfadó contigo. Posiblemente no habrá sido en una ocasión, sino en repetidas veces.
En general, a nivel personal, no recuerdo muchos momentos que haya podido causarle disgustos a mi madre, pero si pienso que algo habrá contrariado alguna vez a quien me engendró, haciéndome sentir su enfado e incomodidad por todo el cuerpo.
Mi madre nunca me golpeó, como sucede con frecuencia en el esfuerzo educativo diario en la familia, pero me di cuenta de que su enfado algunas veces se sentía por encima de la ropa y había cosas que no le agradaban.
Realmente no hubo distanciamiento significativo entre ella y yo, pero si tuve que estudiar estrategias más finas para conquistar nuevamente el espacio alguna vez perdido en su corazón.
Le buscaba la vuelta de un lado, de otro y nada resultaba. Lo cierto es que ese pique lo experimenté una vez para siempre, pues un dolor tan grande deja huellas para toda la vida y caminé desde entonces con la conciencia en el alto para que no se repitiera una situación semejante.
Hoy en día, aun cuando el tiempo ha pasado y lo que llamamos madurez ha teñido de blanco los cabellos de mi cabeza, el golpe agrio y dulce me va montando para encaminarme sin que el respeto reverencial renueve el pique traumático que me causó el bochorno de haber ofendido a mi madre.
Sin tal vez y sin quizás hace falta sentir el rubor de ver una madre que sufre por la mala conducta de su hijo. Así como sentir la experiencia única que ocasiona a una madre que sufre por no haber sido adecuada Maestra de la criatura que engendró.
Siempre estamos a tiempo para corregirnos y dejar de repetir acciones que molestan lo más sagrados sentimientos de quien ha hecho un esfuerzo por traernos como un regalo al mundo.
La educación hoy no es solo una tarea de las madres, sino también de quienes con agradecimiento reconocen el esfuerzo de la maternidad y de educar también con un pique que duele, pero que corrige y hace que no se vuelva a meter la pata.