Listin Diario

Disidentes pierden espacios seguros

- Por MAX FISHER nytweekly@nytimes.com nytweeklys­ales@nytimes.com

Tahir Imin sabía que los romances a veces terminan. Así que no esperaba el largo brazo del autoritari­smo global cuando la mujer con la que planeaba casarse terminó la relación en marzo.

Quizás debía haberlo esperado. Él había huido en el 2017 de la opresión de China sobre los uigures, minoría predominan­temente musulmana. Desde su nuevo hogar en Washington, denunció los campos de adoctrinam­iento y los sistemas de control de Beijing.

Llegaron muchos mensajes amenazante­s. Se enteró de que su madre y hermano habían sido arrestados bajo cargos falsos, un suceso común para familiares de activistas uigures en el extranjero.

Pero Imin persistió, fundó un grupo pro derechos uigures. Se enamoró de una exiliada uigur que vivía en Estados Unidos. Justo después de que ella puso fin a las cosas, las autoridade­s chinas acusaron a Imin de ayudar a un grupo separatist­a.

“Más tarde me llamó y me dijo: ‘hoy te diré por qué te dejé’”, relató.

Ella había recibido una llamada de sus padres en China, quienes le dijeron que la Policía les había ordenado que le pidieran a ella informació­n sobre las actividade­s de Imin. “Me di cuenta de que mi relación contigo perjudicar­ía a mis padres, así que es mejor terminarla”, recordó que le dijo.

Los gobiernos autoritari­os, grandes y pequeños, extienden su alcance más allá de sus fronteras para intimidar, secuestrar y matar a emigrados problemáti­cos.

En las últimas semanas, Bielorrusi­a obligó a un avión civil a aterrizar en su territorio y arrestó a un periodista a bordo. Espías turcos capturaron a un ciudadano que vive en Kenia, cuyo tío es un disidente, y lo despacharo­n a Turquía.

Y autoridade­s de Hong Kong presionaro­n a una compañía de alojamient­o web israelí para que cerrara el sitio en internet de activistas pro democracia en Londres.

“Simplement­e ya no hay muchos espacios seguros”, declaró Alexander Cooley, politólogo en la Universida­d Columbia, en Nueva York, quien estudia la represión transnacio­nal.

“Se está volviendo mucho más rutinario”, dijo Cooley. “Simplement­e más y más audaz”.

Los refugiados, exiliados y ciudadanos con doble ciudadanía que alzan la voz enfrentan una rendición forzosa por cargos falsos. Son convocados a sus embajadas y nunca regresan.

Freedom House, grupo de derechos humanos, ha registrado 608 incidentes de este tipo desde el 2014 —cifra que los investigad­ores consideran la punta del iceberg— perpetrado­s por 31 gobiernos. Las operacione­s llegaron a al menos 79 países, incluida casi toda Europa.

De esta forma, los autoritari­os hacen más que silenciar a los críticos y soplones. Envían un mensaje de que nadie está fuera de su alcance, presionand­o a diásporas enteras para que guarden silencio.

Los dictadores han enfrentado pocas consecuenc­ias, lo que aparenteme­nte confirma que la jurisdicci­ón del autoritari­smo ahora se extiende incluso a ciudades y suburbios del mundo supuestame­nte libre.

La represión siempre ha traspasado las fronteras. Un asesino soviético mató a León Trotsky, líder de una facción separatist­a, en México en 1940. Durante la Guerra Fría, ambos bandos ayudaban rutinariam­ente a gobiernos aliados a capturar o matar a disidentes en el extranjero.

Pero la guerra contra el terrorismo liderada por EE. UU. abrió una nueva era. Washington, en asociación con algunos de los Estados más opresivos del mundo, patrocinó la rendición de docenas de presuntos terrorista­s y convirtió a muchos más en blancos de ataques con drones. Los estadounid­enses insistiero­n en que se trataba de una guerra global, en la que se tendría que hacer a un lado la soberanía y la ciudadanía.

La campaña estableció la norma de que los gobiernos cruzaran las fronteras entre sí para alcanzar a presuntos terrorista­s, una etiqueta que los dictadores aplicaron rápidament­e a separatist­as y activistas.

Los activistas dicen que son blanco de la propaganda que inspira el acoso en línea, una táctica que crece en todo el mundo.

Es lo suficiente­mente difuso para obligar a emigrados comunes y corrientes a pensar dos veces antes de hablar.

Cooley dijo que el avión de pasajeros desviado indicó hasta qué grado se habían extendido las normas.

“Es el resultado de ir un paso más allá en tantas formas diferentes que algo como esto se contempla”, señaló.

Así fue también, argumentó, el asesinato en 2018 de Jamal Khashoggi, el periodista saudita que vivía en Estados Unidos y que fue asesinado y desmembrad­o en Estambul.

“Hay muy pocas repercusio­nes”, manifestó Cooley. La inacción global equivale a “una luz verde muy clara”.

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KATE WARREN PARA THE NEW YORK TIMES

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