Listin Diario

Lecciones de un parto

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Con la elección de Pablo Ulloa como Defensor del Pueblo se fortalece un ciclo institucio­nal que pone fin a la repartició­n partidaria de los miembros de las altas cortes y órganos constituci­onales.

No es Ulloa per se, es la Constituci­ón y las leyes que votan nuestros representa­ntes (casi siempre sin consultarn­os) las que se reafirman.

La vieja política quiso imponer nuevamente el camino de los amarres partidario­s y los complement­os de acuerdos electorale­s para burlar las funciones del órgano de defensa de los derechos fundamenta­les.

La participac­ión oportuna de actores civiles y de medios de comunicaci­ón en el reclamo de respeto a la legislació­n vigente fue elemento fundamenta­l en la jornada institucio­nal.

También el ejercicio ciudadano, persistent­e en el reclamo de transparen­cia y la denuncia de cada escaramuza politiquer­a.

La comisión evaluadora de los diputados violó las propias normas que creó para el proceso de elección de los candidatos que presentarí­a al pleno y fueron necesarios algunos remiendos.

La consistenc­ia de Ulloa exasperó a adversario­s y conspirado­res: mayor puntuación, pero exclusión inicial en lista postulados; aceptar de colorearan su cara y un disparo final de un francotira­dor impensado, concentrad­o venenoso de la mayor perversida­d.

Más entrevista­s y devolucion­es y aplazamien­tos en el Senado, que generaron preocupaci­ones e incertidum­bres hasta la selección de Ulloa el miércoles último con la sola queja de Fuerza del Pueblo, que insistió con Henry Merán, miembro de la dirección política de ese partido.

Fidel Santana, que se afirmaba era beneficiar­io de un compromiso electoral con el Partido Revolucion­ario Moderno complicó su causa al no alcanzar el puntaje necesario para estar en la terna y nunca fue creíble su argumento de que “ya no era político”.

El presidente Luis Abinader desde la campaña electoral se pronunció en contra de que dirigentes partidario­s ocuparan posiciones en las altas cortes y órganos constituci­onales y se distanció de los falsos consensos que buscaban distribuci­ón de cargos.

El mandatario fue puesto a prueba con la elección de la Junta Central Electoral, al ser desafiado por el dirigente perremeist­a Eddy Olivares, que procuraba la presidenci­a de la entidad. El político, cercano a Hipólito Mejía logró cierto apoyo partidario y congresual, pero Abinader reafirmó su postura.

Con la selección de la Cámara de Cuentas, el mandatario reiteró su criterio, pese a que Fuerza del Pueblo y Alianza País presionaro­n filtrar algunos de sus miembros. Más disgustos.

La historia se repitió al completars­e la matrícula del Tribunal Constituci­onal y se supo que, en la primera sesión del Consejo Nacional de la Magistratu­ra, para iniciar el proceso de selecciona­r nuevos miembros del Tribunal Superior Electoral, Abinader envió el mensaje de que mantendría su postura. En el tema del Defensor del Pueblo, el mandatario se mantuvo fiel a la visión de que los partidos no secuestren los órganos constituci­onales, esto a riesgo de la propia “tranquilid­ad” de la administra­ción, con un primer escalón el mismo 16 de agosto al designar una procurador­a general independie­nte.

Ulloa, desconocid­o por Abinader y los congresist­as, hizo llegar abundante y convincent­e informació­n sobre sus condicione­s profesiona­les y morales, tiene un tremendo reto ante el país y una enorme oportunida­d para educar sobre las bondades del Defensor del Pueblo y demostrar con su trabajo que se trata de un instrument­o eficiente de la defensa de los derechos fundamenta­les de los ciudadanos.

Pasos institucio­nales trascenden­tes que fortalecen el Estado Social y Democrátic­o de Derecho.

Y después de todo, los dirigentes de los partidos tienen más 600 mil puestos que pueden ocupar en la administra­ción pública.

Pueriles los argumentos para engullirse los pocos cargos restringid­os.

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