Paneles solares, la opción en la zona de guerra
HARANABUSH, Siria — Cuando el Gobierno sirio atacó su aldea, Radwan al-Shimali y su familia arrojaron ropa y colchones en su camioneta y salieron a toda prisa para comenzar una nueva vida como refugiados, dejando atrás su casa, tierras de cultivo y televisión.
Entre las pertenencias que conservaron estaba una tecnología preciada: el panel solar ahora recargado contra su raída carpa en un olivar cerca del pueblo de Haranabush.
“Es importante”, dijo Al-Shimali sobre el panel de 270 watts, la única fuente de electricidad de su familia. “Cuando hay sol durante el día, podemos tener luz en la noche”.
Una revolución solar poco probable ha despegado en un rincón asediado y controlado por rebeldes del noroeste de Siria, donde personas cuyas vidas han sido trastocadas por la guerra civil de 10 años del país han adoptado la energía solar simplemente porque es la fuente de electricidad más barata que existe.
Paneles solares, grandes y pequeños, viejos y nuevos, están por todas partes en la provincia de Idlib a lo largo de la frontera de Siria con Turquía.
El auge solar en esta zona no está relacionado con temores por el cambio climático o un deseo de reducir la huella de carbono. Es la única opción viable para muchos en una región donde el Gobierno ha cortado la electricidad y donde el combustible importado para generadores privados está mucho más allá de las posibilidades de la mayoría de la gente.
“No hay alternativa”, dijo Akram Abbas, importador de paneles solares en al-Dana. “La energía solar es una bendición de Dios”.
La provincia de Idlib surgió como un bastión rebelde a principios de la guerra. Es por ello que el Gobierno la sacó de la red eléctrica nacional, que es alimentada por centrales eléctricas a base de petróleo y gas y presas hidroeléctricas en el río Éufrates.
Al principio, los lugareños recurrieron a generadores: pequeñas unidades para tiendas y grandes motores diésel para departamentos. El estruendo perpetuo y el humo nocivo de los generadores se convirtieron en parte de la vida. Pero un alza en el precio del combustible hizo que la gente optara por los paneles solares.
Ahmed Falaha, que vende paneles solares en Binnish, en la Provincia de Idlib, dijo que los que más se vendían eran los canadienses de 130 watts importados a Siria después de unos años en una granja solar en Alemania. Cuestan 38 dólares cada uno. Para los que tienen más dinero, tenía paneles chinos de 400 watts en 100 dólares.
En las afueras del pueblo, el agricultor Mamoun Kibbi estaba de pie en medio de ricos campos de habas, berenjenas y ajos.
El precio del diésel para operar la bomba de riego de la familia se había vuelto tan caro que acababa con las ganancias de Kibbi. Así que el año pasado gastó casi 30 mil dólares para instalar 280 paneles de 400 watts en la azotea de una extinta granja avícola.
Los paneles estaban en una base oscilante conectada a un cabrestante para que él pudiera ajustar su ángulo hacia el Sol durante el día. Cuando estaba soleado, el sistema mantenía la bomba funcionando durante ocho horas. Funcionaba menos bien en los días nublados, pero estaba contento con el sistema hasta el momento.
“Es cierto que cuesta mucho, pero luego te olvidas de ello por mucho tiempo”, dijo.
Muchos que viven en los atestados campamentos de carpas tienen al menos un panel solar para cargar sus teléfonos y encender pequeñas luces LED en la noche. Otros tienen varios paneles para que funcionen lujos como routers de internet y televisores.
En la ciudad de Idlib, Ahmed Bakkar, un ex bombero, y su familia se habían instalado en el segundo piso de un edificio de departamentos de cuatro pisos. Había logrado comprar cuatro paneles solares usados que estaban colocados en un rack en el balcón, de cara al cielo.
“Nos funciona porque es energía gratis”, dijo Bakkar, de 50 años.
Su sobrino, también Ahmed Bakkar, estaba menos impresionado.
“Es una alternativa”, dijo. Pero si Siria fuera más funcional y la familia pudiera simplemente conectarse a la red, “sería mejor”.