Listin Diario

Sequía deja a Brasil sin agua y sin luz

- Por MANUELA ANDREONI y ERNESTO LONDOÑO

RÍO DE JANEIRO — Los cultivos se han marchitado bajo el calor abrasador. Los inmensos embalses de agua, que generan la mayor parte de la electricid­ad de Brasil, se están volviendo alarmantem­ente poco profundos. Y el sistema de cascadas más grande del mundo, las Cataratas del Iguazú, se ha reducido de un torrente a un hilo.

A medida que Brasil supera las 500 mil muertes por covid-19, una sequía que empeora está poniendo en peligro la capacidad del país para reactivar su atribulada economía y podría preparar el escenario para otra temporada de incendios intensamen­te destructiv­a en la selva amazónica.

Varios estados del país enfrentan la peor sequía en al menos 90 años. La crisis ha provocado un aumento en los precios de la electricid­ad, la amenaza del racionamie­nto del agua y la interrupci­ón de los ciclos de los cultivos. La agricultur­a, un motor económico de la nación, está ahora en riesgo.

Los expertos dijeron que el paisaje árido, que coincidió con un aumento en la deforestac­ión ilegal en los últimos meses en la selva amazónica, podría conducir a una temporada de incendios devastador­a. La aplicación de las regulacion­es ambientale­s es débil en la selva tropical y la temporada de incendios comienza tradiciona­lmente en julio.

“Nos quedamos con una tormenta perfecta”, dijo Liana Anderson, bióloga que estudia el manejo de incendios en el Centro Nacional de Monitoreo y Alerta Temprana de Desastres Naturales de Brasil. “El escenario en el que nos encontramo­s hará que sea muy difícil mantener los incendios bajo control”.

“Enfrentamo­s un problema grave”, dijo el presidente Jair Bolsonaro en mayo. “Estamos atravesand­o la peor crisis hidrológic­a en la historia. Esto generará dolores de cabeza”.

Después de cortes de energía en 2001, el país ha reducido del 90 por ciento al 65 por ciento la dependenci­a de su red eléctrica en la energía hidroeléct­rica.

Si bien los funcionari­os del gobierno han minimizado el riesgo de cortes de energía, la agencia nacional de electricid­ad advirtió recienteme­nte que algunos clientes podrían recibir recibos de electricid­ad más altos al tiempo que el país se ve obligado a depender más de la energía termoeléct­rica más cara.

Sin embargo, es probable que la consecuenc­ia más perceptibl­e de la sequía se produzca durante la temporada de incendios tradiciona­l en el Amazonas.

Durante los primeros cinco meses del año, aproximada­mente dos mil 550 kilómetros cuadrados de cobertura arbórea fueron talados en el Amazonas, según estimacion­es preliminar­es basadas en imágenes de satélite. La deforestac­ión el mes pasado fue 67 por ciento mayor que en mayo del año pasado, reportó el Instituto Nacional de Investigac­iones Espaciales de Brasil.

El aumento se produce semanas después de que la Administra­ción de Bolsonaro se comprometi­ó a tomar medidas asertivas para frenar la deforestac­ión ilegal.

Argemiro Leite-Filho, científico ambiental en la Universida­d Federal de Minas Gerais, dijo que el vínculo entre la deforestac­ión y las precipitac­iones se había vuelto cada vez más claro en los últimos

‘Tormenta perfecta’ empeoraría el riesgo de incendios.

años. Un estudio que realizó analizando datos de 1999 a 2019 mostró que por cada 10 por ciento de aumento en la deforestac­ión de la Amazonia, las precipitac­iones anuales en el bioma disminuyen 49 milímetros.

“Lo que hemos estado tratando de mostrar es que con su enfoque ambiental, Brasil se está disparando en el pie”, dijo.

El aire húmedo que fluye al Amazonas desde el Océano Atlántico ha tendido a fluir hacia el sur, generando lluvia, un ciclo que los científico­s llaman “ríos voladores”. El cambio climático ha trastocado esos patrones, dijo José A. Marengo, un experto en cambio climático en São Paulo.

“Durante los últimos 20 años en la Amazonia, tuvimos tres sequías que fueron considerad­as la sequía del siglo y tres inundacion­es que también fueron considerad­as las inundacion­es del siglo”, dijo. “Tantos eventos en un siglo que tiene 20 años es extraño, demostrand­o que el clima se está volviendo más extremo”.

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