Sequía deja a Brasil sin agua y sin luz
RÍO DE JANEIRO — Los cultivos se han marchitado bajo el calor abrasador. Los inmensos embalses de agua, que generan la mayor parte de la electricidad de Brasil, se están volviendo alarmantemente poco profundos. Y el sistema de cascadas más grande del mundo, las Cataratas del Iguazú, se ha reducido de un torrente a un hilo.
A medida que Brasil supera las 500 mil muertes por covid-19, una sequía que empeora está poniendo en peligro la capacidad del país para reactivar su atribulada economía y podría preparar el escenario para otra temporada de incendios intensamente destructiva en la selva amazónica.
Varios estados del país enfrentan la peor sequía en al menos 90 años. La crisis ha provocado un aumento en los precios de la electricidad, la amenaza del racionamiento del agua y la interrupción de los ciclos de los cultivos. La agricultura, un motor económico de la nación, está ahora en riesgo.
Los expertos dijeron que el paisaje árido, que coincidió con un aumento en la deforestación ilegal en los últimos meses en la selva amazónica, podría conducir a una temporada de incendios devastadora. La aplicación de las regulaciones ambientales es débil en la selva tropical y la temporada de incendios comienza tradicionalmente en julio.
“Nos quedamos con una tormenta perfecta”, dijo Liana Anderson, bióloga que estudia el manejo de incendios en el Centro Nacional de Monitoreo y Alerta Temprana de Desastres Naturales de Brasil. “El escenario en el que nos encontramos hará que sea muy difícil mantener los incendios bajo control”.
“Enfrentamos un problema grave”, dijo el presidente Jair Bolsonaro en mayo. “Estamos atravesando la peor crisis hidrológica en la historia. Esto generará dolores de cabeza”.
Después de cortes de energía en 2001, el país ha reducido del 90 por ciento al 65 por ciento la dependencia de su red eléctrica en la energía hidroeléctrica.
Si bien los funcionarios del gobierno han minimizado el riesgo de cortes de energía, la agencia nacional de electricidad advirtió recientemente que algunos clientes podrían recibir recibos de electricidad más altos al tiempo que el país se ve obligado a depender más de la energía termoeléctrica más cara.
Sin embargo, es probable que la consecuencia más perceptible de la sequía se produzca durante la temporada de incendios tradicional en el Amazonas.
Durante los primeros cinco meses del año, aproximadamente dos mil 550 kilómetros cuadrados de cobertura arbórea fueron talados en el Amazonas, según estimaciones preliminares basadas en imágenes de satélite. La deforestación el mes pasado fue 67 por ciento mayor que en mayo del año pasado, reportó el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
El aumento se produce semanas después de que la Administración de Bolsonaro se comprometió a tomar medidas asertivas para frenar la deforestación ilegal.
Argemiro Leite-Filho, científico ambiental en la Universidad Federal de Minas Gerais, dijo que el vínculo entre la deforestación y las precipitaciones se había vuelto cada vez más claro en los últimos
‘Tormenta perfecta’ empeoraría el riesgo de incendios.
años. Un estudio que realizó analizando datos de 1999 a 2019 mostró que por cada 10 por ciento de aumento en la deforestación de la Amazonia, las precipitaciones anuales en el bioma disminuyen 49 milímetros.
“Lo que hemos estado tratando de mostrar es que con su enfoque ambiental, Brasil se está disparando en el pie”, dijo.
El aire húmedo que fluye al Amazonas desde el Océano Atlántico ha tendido a fluir hacia el sur, generando lluvia, un ciclo que los científicos llaman “ríos voladores”. El cambio climático ha trastocado esos patrones, dijo José A. Marengo, un experto en cambio climático en São Paulo.
“Durante los últimos 20 años en la Amazonia, tuvimos tres sequías que fueron consideradas la sequía del siglo y tres inundaciones que también fueron consideradas las inundaciones del siglo”, dijo. “Tantos eventos en un siglo que tiene 20 años es extraño, demostrando que el clima se está volviendo más extremo”.