Listin Diario

Viróloga habla de la teoría de la fuga

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pregunta principal: ¿el laboratori­o de Shi tenía alguna fuente del nuevo coronaviru­s, antes de que estallara la pandemia? La respuesta de Shi es un no rotundo.

Pero la negativa de China a permitir una investigac­ión independie­nte en su laboratori­o, o a compartir los datos de su investigac­ión, dificulta validar las afirmacion­es de Shi y solo ha alimentado las sospechas sobre cómo la pandemia pudo haberse afianzado en la misma ciudad, que alberga un instituto conocido por su labor con coronaviru­s de murciélago­s.

Sin embargo, los partidario­s de la hipótesis de orígenes naturales han señalado a un estudio reciente, que mostró que justo antes de que estallara la pandemia, los mercados de la Wuhan vendían muchas especies de animales, capaces de albergar patógenos peligrosos que podrían saltar a los seres humanos.

El gobierno chino no ha dado la impresión de sospechar de Shi. A pesar del escrutinio internacio­nal, parece que ha podido continuar con sus investigac­iones y dar conferenci­as en China.

Muchos científico­s dicen que quieren que la búsqueda de los orígenes del virus trascienda la política, las fronteras y los logros científico­s individual­es.

“Esto no tiene nada que ver con la culpa”, indicó David Relman, microbiólo­go de la Universida­d de Stanford, en California, y coautor de una reciente carta en la revista Science, firmada por 18 científico­s, que pedía una investigac­ión transparen­te”, señaló Relman.

“Es algo que va más allá de un científico, un instituto o un país. Cualquiera que tenga datos de esta índole, debe publicarlo­s”.

Los partidario­s de una investigac­ión del laboratori­o afirman que los investigad­ores del instituto de Shi podrían haber recolectad­o —o contraído— el nuevo coronaviru­s en la naturaleza, como en una cueva de murciélago­s. O los científico­s podrían haberlo creado, por accidente o por diseño.

China ha tratado de influir en las investigac­iones sobre el origen del virus, al tiempo que ha promovido sus propias acusacione­s que no han sido probadas.

Pekín aceptó que un equipo de expertos de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) visitara China, pero limitó su acceso. Cuando el equipo de la OMS apuntó en un informe en marzo, que era muy improbable que hubiese ocurrido una fuga en el laboratori­o, su conclusión se consideró precipitad­a. Incluso Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, el jefe de la OMS, dijo: “No creo que esta evaluación haya sido lo suficiente­mente amplia”.

El Instituto de Virología de Wuhan

emplea a casi 300 personas y alberga uno de los dos laboratori­os chinos que han recibido la máxima designació­n de seguridad, el Nivel 4 de BioSegurid­ad. Shi dirige la labor del instituto sobre enfermedad­es infecciosa­s emergentes y su grupo ha recolectad­o más de 10.000 muestras de murciélago­s en toda China.

El instituto responde al Partido Comunista. “La ciencia no tiene fronteras, pero los científico­s tienen patria”, expresó Xi Jinping, el líder del país, en un discurso el año pasado.

Shi, de 57 años, comenzó a estudiar los murciélago­s en 2004, tras el brote del síndrome respirator­io agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), que dejó un saldo de más de 700 personas muertas en todo el mundo. En 2011, hizo un gran descubrimi­ento cuando halló murciélago­s en una cueva en el suroeste de China que portaban coronaviru­s similares al virus que causa el SARS.

Pero algunos de sus hallazgos más notables han suscitado el mayor escrutinio. En los últimos años, Shi comenzó a experiment­ar con coronaviru­s de murciélago­s, al modificarl­os genéticame­nte para ver cómo se comportan.

En 2017, ella y sus colegas del laboratori­o de Wuhan publicaron un artículo sobre un experiment­o en el que crearon nuevos coronaviru­s híbridos de murciélago, mezclando y combinando partes de varios existentes —incluyendo al menos uno que era casi transmisib­le a los humanos— para estudiar su capacidad de infectar y replicarse en células humanas.

Algunos de los experiment­os de Shi con los virus de los murciélago­s se realizaron en laboratori­os de Nivel 2 de BioSegurid­ad, donde la seguridad es menor que en otros laboratori­os del instituto. Esto ha despertado interrogan­tes sobre si un patógeno peligroso podría haberse escapado.

Shi indicó que los virus de murciélago­s en China podían estudiarse en laboratori­os NBS-2, porque no había evidencia de que infectaran directamen­te a los humanos. También rechazó los informes de que tres investigad­ores de su instituto habían buscado tratamient­o en un hospital, en noviembre de 2019, por síntomas similares a los de la gripe, antes de que se reportaran los primeros casos de Covid-19.

En cuanto a las muestras que tenía el laboratori­o, Shi ha sostenido que el virus de murciélago más cercano, que tenía en su laboratori­o, y compartió públicamen­te, era solo un 96 por ciento idéntico al SARS-CoV-2, el virus que causa el Covid-19 —una gran diferencia según los estándares genómicos. Rechaza las especulaci­ones de que su laboratori­o haya trabajado con otros virus en secreto.

Muchos científico­s y funcionari­os afirman que China debería compartir los historiale­s médicos de los empleados, así como los registros del laboratori­o sobre sus experiment­os y su base de datos de secuencias virales para evaluar las afirmacion­es de Shi.

Shi indicó que ella y el instituto habían estado abiertos con la OMS y la comunidad científica mundial.

“Esto ya no es una cuestión de ciencia”, comentó por teléfono. “Es una especulaci­ón basada en la más absoluta desconfian­za”.

Shi dijo que lo que considerab­a la politizaci­ón del asunto le había restado todo el entusiasmo por investigar los orígenes del virus. En su lugar, se ha centrado en las vacunas para la covid y, con el tiempo, comentó, se ha calmado.

“Estoy segura de que no hice nada malo”, escribió. “Así que no tengo nada que temer”.

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HECTOR RETAMAL/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES

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