Libro celebra a la hormiga desapercibida
Es revelador, escribe la entomóloga Eleanor Spicer Rice en su introducción de un nuevo libro de fotografía de hormigas de Eduard Florin Niga, que a los humanos que miran hacia abajo desde grandes alturas les gusta describir a las personas miniaturizadas “como hormigas”. Con esto queremos decir sin rostro, diminutas, un enjambre: una masa indescifrable. Sin embargo, intelectualmente podemos reconocer que cada punto en movimiento es una persona singular con una vida complicada. Entonces, ¿por qué no aplicamos la misma lógica a las hormigas?, pregunta Rice.
Compartimos nuestro mundo con al menos 15 mil especies singulares de hormigas. Es difícil expresar lo omnipresentes que son. Si se pudiera colocar en una balanza toda la vida animal en una selva brasileña en una báscula, más de una cuarta parte del peso provendría solo de hormigas. Un estudio encontró un promedio de 2.3 especies de hormigas en el camellón de una ciudad cualquiera.
Si la distancia nos ha impedido ver realmente las hormigas, las fotografías de Niga en
son un antídoto. Con una macrofotografía que muestra cada pelo, cada espiráculo (los poros en sus exoesqueletos a través de los cuales respiran las hormigas) y cada faceta de sus ojos compuestos, las imágenes ofrecen retratos íntimos.
A este nivel, las hormigas tienen una variedad tan amplia de formas, estilos y caras que es difícil no antropomorfizarlas, como cuando conocemos a una hormiga devoradora de granos con mandíbulas aplanadas y un exoesqueleto de aspecto arrugado que le da una cara de anciano. En otros casos, la investigación adicional nos enseña a no confiar en las primeras impresiones. se parece al villano Sauron con su armadura, pero los científicos creen que sus picos tienen propósitos aerodinámicos. tiene una cara ancha, ojos redondos y mandíbulas caídas que lucen un poco como una sonrisa, pero en realidad sus mandíbulas son tan afiladas que la especie no puede criar sus propias larvas de manera efectiva. En lugar de ello, ataca las colonias de otras especies de hormigas en busca de obreras que esclaviza para que sean nanas para sus crías.
El naturalista Edward O. Wilson descubrió esto al inicio de su carrera científica, cuando un mentor le envió una nota sobre un grupo de hormigas con mandíbulas largas que podían cerrarse como trampas. Resultó que las hormigas estaban comiendo colémbolos, una especie de hexápodo que puede lanzarse rápidamente por el aire para evitar a los depredadores, pero no lo suficientemente rápido como para superar la velocidad de las mandíbulas de las hormigas.
Las fotografías de Niga muestran hormigas de mandíbula trampa con mandíbulas como cimitarras; algunas pueden cerrarlas a casi un décimo de milisegundo, alcanzando los 230 kilómetros por hora.
También conocemos a Cataglyphis bicolor, con sus largas patas —una adaptación invaluable si vives, como esta hormiga, en el Sahara y necesitas mantenerte fresco sobre la arena ardiente. Las hormigas cortadoras de hojas se ven feroces, pues sus cuerpos están cubiertos de espinas. Pero son agricultoras, llevando comida al hongo que cultivan en cámaras subterráneas, y las espinas les permiten equilibrar mejor sus cargas.
Hay muchas razones para entender mejor a las hormigas. Ecosistemas completos están construidos a su alrededor, y un gran número de especies, desde plantas hasta escarabajos y pájaros, están “obligadas a las hormigas”, lo que significa que dependen completamente de sus relaciones con las colonias de hormigas para sobrevivir.
Las hormigas aventadoras dispersan tantas semillas herbáceas en América del Norte, señala Rice, que “eliminarlas hace que la abundancia de flores silvestres disminuya en un 50 por ciento”.
Algunas cierran sus mandíbulas a 230 kph.