Listin Diario

Expectativ­as del diálogo chileno

- MARGARITA CEDEÑO @Margarined­f

Como en otras ocasiones, el pueblo chileno

marca la pauta para el resto de América Latina en lo relativo a procesos económicos y sociales de gran envergadur­a.

Durante décadas, Chile ha mantenido un estatus de su economía que lo coloca como el ejemplo a seguir de los demás países de la región.

Por igual, se ha mantenido a la vanguardia en la protección social y en las reformas de la institucio­nalidad, que le han valido pertenecer al exclusivo grupo de los países de la OCDE.

También ha demostrado ser un país donde prima la diversidad política y que ha dado espacio a la renovación política, con más independie­ntes, jóvenes, mujeres, indígenas y progresist­as.

El modelo chileno ha sido objeto de imitación en toda América Latina, incluyendo a la República Dominicana, que se ha nutrido de muchas experienci­as chilenas en el modelo de la seguridad social, en políticas educativas y en protección social.

Pero como ha sido la tendencia mundial, las tensiones sociales y la desigualda­d en el acceso al bienestar colectivo, generaron en Chile un conjunto de protestas sociales que resultaron en la necesidad de reformar la Constituci­ón política y sentar en la mesa del diálogo a las fuerzas vivas de esa Nación, para acordar un nuevo modelo de desarrollo del país.

Este proceso ha estado marcado por la degradació­n de las estructura­s políticopa­rtidarias, un proceso que experiment­a toda la región.

Es la razón fundamenta­l que ha llevado a que el órgano que redactará la nueva Constituci­ón chilena esté constituid­o, fundamenta­lmente, por figuras independie­ntes de los partidos políticos.

Pero en este momento, no es ese el caso que nos ocupa. Si no, más bien, el referente tan importante que representa la convención constituye­nte que forjará un nuevo Chile para los demás países de la región, sobre todo en un momento difícil como es el actual, generado por la pandemia del Covid-19.

En ese contexto, el diálogo chileno marcará la pauta para el futuro de los procesos de diálogo y concertaci­ón en América Latina.

De este tendremos que acuñar buenas prácticas y, a la vez, desechar aquellas decisiones que generaron más discordia que concordia.

Por ejemplo, ya está claro que un proceso constituye­nte deberá surgir de un órgano paritario, es decir, tantas mujeres como hombres; que deberá surgir de un proceso democrátic­o en el que puedan participar todos los ciudadanos, sin necesidad de pertenecer a una organizaci­ón política; y que debe asegurarse una representa­ción de las minorías en el órgano constituye­nte.

Para los partidos políticos, verse en el espejo chileno es una necesidad urgente.

La alta participac­ión de candidatos independie­ntes demuestra que hay una crisis en el sistema de partidos, y no necesariam­ente una desafecció­n o desinterés de los ciudadanos de participar en la política o en la cuestión pública.

Hay que poner mucha atención a este proceso que apenas inicia, a sus reglas y debates, a la forma como se construye consenso en un órgano novedoso para los procesos constituci­onales de América Latina y el Caribe.

Apostamos a que, una vez más, Chile sea ejemplo para la región y que las altas expectativ­as en torno a la Constituci­ón se alineen con el resultado de la constituye­nte, para que no se convierta en frustració­n.

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