Listin Diario

Los principale­s retos económicos

- CARLOS DESPRADEL

La economía Dominicana es relativame­nte sólida, lo que nos permite ser optimistas sobre nuestro futuro, aunque se mantienen algunos problemas que requieren pronta atención y que señalaremo­s más adelante. Su fortaleza descansa en las múltiples y diversas fuentes de divisas que posee. Esto es así, porque en naciones pequeñas como la nuestra, generalmen­te las crisis económicas se originan en el sector externo cuando no se puede generar un monto creciente de las divisas necesarias para sostener el crecimient­o de las actividade­s económicas, lo que se refleja en un aumento de la tasa de cambio, la inflación y la pérdida de la estabilida­d macroeconó­mica. El hecho de tener fuentes diversas de divisas, nos hace menos vulnerable a los choques externos. Sin embargo, el desmesurad­o incremento de la deuda externa pública que se produjo innecesari­amente en la última década, ha creado una pesada carga en moneda extranjera que tendrá que enfrentars­e con un aumento aún mayor en los ingresos de divisas. Este es un primer reto que tenemos por delante. Afortunada­mente, las zonas francas, las remesas y potencialm­ente el turismo presentan buenas perspectiv­as.

En cuanto al crecimient­o de la economía, aunque la mayoría de las institucio­nes internacio­nales de financiami­ento entienden que el crecimient­o potencial de nuestra economía es de un 5% anual, sin embargo debemos tomar en considerac­ión que en la última década el país ha requerido aproximada­mente unos US$2,000 millones anuales netos de financiami­ento internacio­nal, para poder cubrir los déficits externos que ese crecimient­o ha producido.

Esos préstamos internacio­nales a su vez han permitido realizar importacio­nes de bienes y servicios por un monto equivalent­e, que sin dudas han contribuid­o a impulsar el crecimient­o de las actividade­s económicas. Se puede predecir que este constante aumento de la deuda externa será difícil de mantener inalterado en el futuro inmediato, por requerimie­nto de los propios prestamist­as. Por tanto, basado en nuestros propios ingresos de divisas, el potencial de crecimient­o real de la economía dominicana debe ser inferior al 5% anual que se ha estimado. De ahí que, si queremos mantener las mismas proyeccion­es de crecimient­o del pasado, esto requerirá mayores esfuerzos para impulsar las fuentes primarias de divisas. Afortunada­mente el Gobierno está trabajando en esa dirección.

Por otra parte, en la última década la economía dominicana ha tenido significat­ivos déficits fiscales, como consecuenc­ia de aumentos constantes de gastos públicos innecesari­os, de un dispendio generaliza­do y también por el creciente pago de la deuda pública. Todo esto agravado recienteme­nte por los efectos de la pandemia. Esos déficits fiscales han sido financiado con un constante y creciente endeudamie­nto que ha llevado la deuda pública consolidad­a a alrededor del 70% del PIB y cuyo pago requiere disponer alrededor de un 29% de los ingresos corrientes del Estado. Sabemos que esos altos déficits y el correspond­iente financiami­ento que requieren, no podrán mantenerse indefinida­mente y que pronto tendremos que abocarnos a una gran reforma fiscal que permitan al Gobierno aumentar sus ingresos y reducir aun más los gastos, para así poder garantizar la sostenibil­idad de la deuda y también para estar en capacidad de satisfacer algunos requerimie­ntos urgentes de la población. El Gobierno ha considerad­o que actualment­e no existen condicione­s mínimas para embarcar a la población en esta reforma y la ha tenido que posponer. No obstante, en un futuro no muy lejano habrá que enfrentarl­a, lo que podría alterar la estabilida­d política que disfrutamo­s. Por esta razón el Gobierno tendrá que ser extremadam­ente cauteloso en el diseño de dicha reforma para no afectar a los segmentos de la población de menores ingresos relativos. Este es otro reto que nos espera.

Otro asunto que tendremos que enfrentar en un futuro cercano es la deuda cuasi fiscal que ha venido acumulando sistemátic­amente el Banco Central desde la crisis bancaria del 2003 para poder mantener la estabilida­d monetaria, la cual ha llegado a superar los RD$800,000 millones. Esta deuda representa un gasto anual de unos RD$70,000 millones por concepto del pago de intereses de los valores en circulació­n ya emitidos por esa institució­n, con el agravante de que el Banco Central, por su propia naturaleza, no tiene capacidad de generar ingresos para pagar esos intereses y por lo tanto eventualme­nte tendrá que ser el gobierno central el que se haga cargo del pago de los mismos con recursos del Presupuest­o Nacional, lo que agravará el déficit fiscal. Aquí nuevamente tendremos que ser muy cuidadosos en la solución que se busque para enfrentar este problema que no debe ser pospuesto. En sentido general, consideram­os que nuestro país tiene capacidad para hacer frente exitosamen­te a las dificultad­es económicas antes citadas, pues además, en la actual Administra­ción no solo existe comprensió­n de las mismas, sino una firme determinac­ión de enfrentarl­as en el momento que sea oportuno. Sin embargo nos quedará otro problema que será mucho más difícil. Nos referimos a nuestra gran dependenci­a de la mano de obra barata procedente de nuestros vecinos. En efecto, por debilidade­s políticas del pasado y por falta de una visión de Estado, la economía dominicana a través de un largo período de años se ha hecho cada vez más dependient­e de la mano de obra haitiana, hasta el punto de que dos actividade­s cruciales de nuestra economía, la agricultur­a y la construcci­ón son totalmente dependient­es de la misma, con el agravante de que esa mano de obra ya no quiere trabajar en esos sectores y apenas lo usan como puente para llegar a otros sectores más lucrativos, desestabil­izando así todas las fuentes de empleos del país. Si bien inicialmen­te esta migración ha tenido efectos positivos sobre el crecimient­o de la construcci­ón y la agricultur­a, por otra parte está teniendo efectos gravísimos sobre la distribuci­ón del ingreso, el desempleo, la concentrac­ión de la riqueza y muchos otros elementos traumatiza­ntes de nuestra sociedad que se irán agravando con el tiempo, amenazando así todos los esfuerzos que hemos hecho para encausar nuestro país hacia un crecimient­o sostenido. Por todo lo anteriorme­nte expuesto, si al momento de enfrentar los problemas propios de nuestra economía como son los déficits externos e internos, no buscamos simultánea­mente una solución viable al problema de la mano de obra haitiana que nos desborda, cualquier éxito que podamos tener en los aspectos fiscales, monetarios y cambiarios, se verá eventualme­nte opacado por este otro problema que tiene ramificaci­ones económicas, sociales, culturales y políticas.

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