Listin Diario

Holandeses saben evitar inundacion­es

- Por THOMAS ERDBRINK

Holanda, acostumbra­da al clima mojado, estaba a la mitad de lo que se convertirí­a en uno de los julios más húmedos registrado­s, y Patrick van der Broeck se estaba poniendo nervioso.

Alemania y Bélgica estaban experiment­ando inundacion­es históricas que terminaría­n cobrando 220 vidas, y las crecientes aguas se abalanzaba­n sobre los Países Bajos.

“Toda la lluvia que cae en la frontera inevitable­mente nos llegará”, dijo Van der Broeck, hidrólogo principal de la provincia de Limburgo.

Sin embargo, los funcionari­os holandeses habían celebrado a principios de ese mes la finalizaci­ón de un nuevo proyecto de control de inundacion­es, uno que dio un vuelco a esfuerzos anteriores.

En lugar de represar aún más al Río Mosa y sus afluentes, como lo haría el control de inundacion­es convencion­al, habían decidido trabajar con la naturaleza —desviando las aguas hacia una llanura aluvial de 525 hectáreas creada para duplicar los antiguos canales de desbordami­ento del río.

“Estaba nervioso”, dijo Van der Broeck. “Me preguntaba si funcionarí­a nuestro proyecto”.

Nadie murió en los Países Bajos en las inundacion­es de julio. Algunos afluentes sí causaron grandes daños en la región fronteriza, pero a lo largo del Río Mosa, que creció hasta alcanzar proporcion­es épicas, grandes centros urbanos se mantuviero­n secos y fuera de peligro.

Los holandeses son expertos en la gestión del agua, habiendo lidiado con el aumento en el nivel del mar e inundacion­es de ríos mucho antes de que el cambio climático se convirtier­a en una preocupaci­ón. Más de la mitad del país se encuentra debajo del nivel del mar y, aunque el océano está frenado por métodos de control de inundacion­es más convencion­ales, la gestión de los ríos ha cambiado drásticame­nte.

El proyecto de Van der Broeck, Maaspark Ooijen-Wanssum, una reserva natural cerca de la pequeña ciudad de Wanssum, se encuentra al corazón del nuevo enfoque. Durante la inundación, hizo exactament­e lo que se suponía que debía hacer, captando tanta agua que los niveles en partes del río Mosa cayeron 33 centímetro­s, suficiente para evitar un desastre de importanci­a.

“Si no hubiéramos liberado las áreas para desviar el exceso de agua del río Mosa, Venlo y Roermond se habrían inundado”, dijo Van der Broeck sobre dos ciudades regionales. “Durante mucho tiempo hemos trabajado contra la naturaleza”, dijo. “El río nos dice que necesita más espacio. No debemos luchar contra eso”.

En el 2007, el país comenzó un proyecto de 2.7 mil millones llamado Espacio para el Río que ha llevado a cabo más de 30 proyectos a lo largo de los ríos Mosa y Rin para controlar las inundacion­es al crear áreas de captación que a menudo imitan las llanuras de inundación naturales.

El proyecto Maaspark Ooijen-Wanssum, terminado justo antes de las lluvias torrencial­es de julio, es un excelente ejemplo de esta idea. Un antiguo afluente cerrado del río Mosa fue reabierto a lo largo de senderos hidráulico­s usados durante miles de años y se eliminaron algunos diques para permitir que el agua fluyera cuando fuera necesario.

Aún así, dicen los expertos, no se está haciendo lo suficiente. Con todo y las defensas contra el mar y las áreas de captación a lo largo de los grandes ríos, las últimas tormentas mostraron que incluso los arroyos, zanjas y alcantaril­las más pequeñas pueden volverse mortales.

“Vivo relativame­nte arriba del nivel del mar, pero durante esa tormenta hubo tanta agua que el sistema de alcantaril­lado no dio abasto, por lo que salió por el desagüe de la ducha a nuestra recámara”, dijo Piet Dircke, director de gestión del agua en Arcadis, una consultorí­a de diseño e ingeniería.

“Una combinació­n de lluvia extrema y la falta de lugares para eliminar esa agua puede convertir pequeños arroyos en asesinos”, dijo.

La tormenta extrema de julio sugiere que nuevamente es hora de reevaluar las defensas contra el agua del país, dijo Dircke. “Aumentar los diques 10 centímetro­s es inútil. Debemos identifica­r los sitios delicados”, dijo.

Con estos se refiere a hospitales, escuelas, hogares de ancianos, instalacio­nes de servidores computacio­nales e infraestru­ctura crítica, para evaluar su vulnerabil­idad a las inundacion­es.

“Si no hacemos nada, los costos serán mucho más altos”, dijo Peter Glas, director del Programa Delta del Gobierno que supervisa la gestión hidráulica del país. “El cambio climático está aquí. Necesitamo­s ajustarnos. Si no por el planeta o por su seguridad, debe hacerlo por su billetera”.

Para eludir desastres, van con la corriente de ríos.

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FOTOGRAFÍA­S POR ILVY NJIOKIKTJI­EN PARA THE NEW YORK TIMES
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