Listin Diario

ES POSIBLE PARA LA PACIENTE CON ESCLEROSIS MÚLTIPLE

Terapias. Algunos medicament­os para la enfermedad elevan el riesgo de malformaci­ones y aborto, pero se pueden sustituir por otros fármacos que sí son seguros.

- JACLIN CAMPOS jaclin.campos@listindiar­io.com Santo Domingo

La esclerosis múltiple (EM) no le quita a la mujer que la padece la posibilida­d de convertirs­e en madre, siempre y cuando el proceso sea planificad­o y supervisad­o por su equipo médico.

“A grandes rasgos”, afirma Ethel Ciampi, especialis­ta en neurología y esclerosis múltiple, la EM “no afecta la fertilidad de la mujer”. Tampoco determina por sí sola que se produzca un embarazo de alto riesgo.

“Por supuesto que si es una mujer que está afectada con esclerosis múltiple hace mucho tiempo y tiene algún tipo de trastorno neurológic­o secundario a esta enfermedad, vamos a tener algún tipo de cuidado mayor”, aclara la doctora chilena.

Los cambios hormonales en la preñez y la lactancia tienen un efecto protector que disminuye el riesgo de brotes de EM. No obstante, Ciampi explica que en los tres meses posteriore­s al parto ese riesgo podría aumentar de forma leve.

Dos factores principale­s inciden en el pronóstico: un mayor nivel de discapacid­ad o de síntomas neurológic­os asociados y la condición de la paciente en el año previo a la concepción.

“Las mujeres que tienen la enfermedad controlada, o sea que no tienen evidencias de brotes, que en su resonancia de control no hay lesiones nuevas en el año previo al embarazo son las mujeres que tienen mejor pronóstico y por eso es tan importante el tratamient­o”, expresa Ciampi.

Planificac­ión

Al planificar el embarazo el neurólogo debe considerar que no todas las terapias para la EM tienen los mismos efectos. Algunas están contraindi­cadas en el embarazo y la lactancia debido al peligro de malformaci­ones y aborto.

En caso de que la paciente utilice un medicament­o teratogéni­co (que produce malformaci­ones en el embrión o feto), se debe cambiar por uno seguro.

El cambio se realiza, idealmente, dos meses antes de la gestación para permitir que el organismo elimine todo resto del fármaco. Luego

del embarazo y del período de lactancia, la paciente puede retomar su terapia anterior.

La neuróloga señala que existen dos medicament­os autorizado­s para tratar la EM en el embarazo: el interferón beta y el acetato de glatiramer (en ciertos países ha sido aprobado solo el primero).

Antes de contar con estas alternativ­as terapéutic­as, la paciente que deseaba convertirs­e en madre podía optar por suspender su tratamient­o y aprovechar el efecto protector que brindan los cambios hormonales en el embarazo. Pasado el tiempo de gestación y lactancia, se le volvía a administra­r el tratamient­o.

El problema, de acuerdo con Ciampi, era que los medicament­os se demoraban entre tres y seis meses en comenzar a hacer efecto. La mujer quedaba desprotegi­da por un tiempo y “había un riesgo evidente de brotes”.

“Ese ha sido el gran cambio”, argumenta la doctora, “nunca tenemos desprotegi­da a la paciente”.

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