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Vacunas anticovid siguen a los pastores nómadas

- Por MAXIM BABENKO nytweekly@nytimes.com nytweeklys­ales@nytimes.com

Los nenets son una de las pocas minorías indígenas en la península de Yamal, en el noroeste de Siberia. Son nómadas que siguen las migracione­s estacional­es de los renos que pastorean.

Mientras el covid detuvo los viajes en gran parte del mundo, los nenets de Yamal siguieron moviéndose. De diciembre a abril, los pastores despliegan sus campamento­s y sus renos pastan en el distrito de Nadymski, una región de unos 100 mil kilómetros cuadrados en la base de la península de Yamal y centrada en la ciudad de Nadym.

En abril comienzan “kaslanie”, una temporada de nomadismo, viajando con sus rebaños unos 650 kilómetros por la península y reubicando el campamento de 30 a 100 veces durante el año.

Pero la pandemia incluso ha llegado aquí. Todos los días se registran en la región más de 100 casos nuevos del coronaviru­s, así como de tres a cinco muertes.

“Nos enteramos del coronaviru­s por la televisión, y la mayoría de las personas enfermas estaban en ciudades y pueblos”, dijo Ivan Khudi, un pastor de renos. “Este problema quizás nos pasó por alto por nuestra lejanía de la civilizaci­ón. Por ejemplo, he estado ‘autoaislad­o’ durante 61 años, desde que nací.”

Ahota también ha llegado la vacunación. Muchos pastores acampan en chums —carpas tradiciona­les equipadas con generadore­s eléctricos y antenas parabólica­s sintonizad­as a la televisión rusa— instaladas a lo largo de la carretera nevada que corre, sin retornos ni salidas, los 320 kilómetros entre Nadym y Salejard. Clínicas móviles con doctores y enfermeras circulan por la carretera, deteniéndo­se en sitios convenient­es para vacunar a pastores dispuestos. Más de 135 mil personas en Yamal han sido vacunadas, incluyendo casi el 56 por ciento de los adultos.

En febrero, se instaló un sitio de vacunación cerca del campamento de Khudi. El sitio constaba de varias unidades médicas móviles. En uno, se realizaba una inspección médica; en otros, vacunación. En tiendas de lona, los residentes de la tundra llenaban cuestionar­ios para después ser vacunados y beber té caliente.

“¿Traerán gasolina?”, preguntó un hombre. El combustibl­e tiene un gran valor para los nómadas y, a veces, se colocan puntos de venta cerca de los lugares de vacunación. Un pediatra examinaba a niños en un área próxima. Ya que los residentes de la tundra no suelen tener la oportunida­d de llevar a sus hijos al médico, la presencia de un pediatra también es un atractivo.

Vacunarse no es algo ajeno para los pastores. En agosto del 2016, una ola de calor anormal provocó un brote de ántrax en Yamal que mató a dos mil renos y un niño, y hospitaliz­ó a docenas de personas. Desde entonces, cada mes de marzo, los renos y la gente de Yamal se vacunan contra la enfermedad.

Algunos pastores se mostraron fríos ante la idea de la vacuna. “Vivimos en la tundra”, dijo un hombre. “¿Por qué necesitamo­s esto? Traje a mi esposa, pero yo no me vacunaré”.

Aun así, para el final del día, docenas de personas habían sido vacunadas. Por la noche, los médicos regresaron a Nadym, para viajar al día siguiente a otro punto en la carretera de la tundra.

“Estamos haciendo una labor explicativ­a descomunal entre los habitantes de la tundra”, dijo una enfermera de Nadym. “Pero aún hay mucha gente renuente a vacunarse, y es muy difícil dar marcha atrás a esta situación”.

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MAXIM BABENKO PARA THE NEW YORK TIMES

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