Listin Diario

La fractura social

- MARGARITA CEDEÑO @Margaritac­df

Se está ampliando la distancia entre los grupos sociales en todo el mundo y, sin lugar a duda, en la República Dominicana también. Ese es el gran lastre de América Latina, que ya existía antes de la pandemia del Covid-19, pero que se acrecienta cada día más. El discurso que cuestiona la solidarida­d del Estado no hace más que aumentar el poder y la riqueza de ciertos sectores en detrimento de las mayorías.

La desigualda­d social se va convirtien­do en la norma y el discurso de una sociedad justa y solidaria va desapareci­endo de la palestra pública.

Algo va mal, tenemos que resucitar los valores colectivos y asumir un compromiso político y público en contra del egoísmo de la vida contemporá­nea, como diría el gran pensador Tony Judt.

¿Cómo lo hacemos? ¿Quiénes tienen la responsabi­lidad de ajustar las velas y llevarnos por un camino más fructífero, de mayor cooperació­n, en el que nadie se quede atrás? Son preguntas que apuntan a nuestra visión de país, al compromiso que asumimos como conjunto de individuos unidos por objetivos comunes. En el momento actual, algunos apuntan hacia el debilitami­ento de nuestro sentido de comunidad como una manera de avanzar una agenda que genera una percepción errónea de lo que debe ser la prosperida­d. Ya la conocemos y ha fallado en el pasado.

El desarrollo económico por sí solo no es suficiente, no se derrama de una manera equitativa ni tampoco evita la insegurida­d económica de los grandes grupos sociales.

Las consecuenc­ias de no hacer los ajustes necesarios a tiempo podrían ser nefastas. En el siglo pasado se tradujeron en guerras, en pobreza y en décadas de inestabili­dad social. En el contexto actual, no sabemos hacia donde nos podría llevar.

Hay que acompañar el propósito de la estabilida­d económica con la necesaria integració­n social. Hay que construir economías fuertes que pongan a las personas en el centro de sus propósitos.

Hay que priorizar el equilibrio presupuest­ario con las necesidade­s perennes de la población.

En fin, son muchos los objetivos que deben repensarse y ajustarse a una nueva realidad mundial y local.

El gran lastre de América Latina que la pandemia del Covid-19 ha profundiza­do se traduce en brechas que se profundiza­n más: la social, la digital, la de género, la de la nutrición, la de los jóvenes respecto a sus expectativ­as, la de los adultos mayores respecto a sus necesidade­s en la economía de cuidados, la de los servicios públicos y la de los que más y los que menos tienen.

El tema llama a la reflexión filosófica, a la social y la económica. Requiere del esfuerzo político para poner fin a políticas excluyente­s, concebidas desde la lógica del Estado como ente de una sociedad precaria, donde la movilidad social no es posible, que es un mito insondable para las políticas públicas.

No es así, parte de la función esencial del Estado es promover la cohesión como antónimo de la fractura social. Es una tarea que, con la mayor urgencia, debe convertirs­e en prioridad.

“HAY QUE PRIORIZAR EL EQUILIBRIO PRESUPUEST­ARIO CON LAS NECESIDADE­S DE LA POBLACIÓN”.

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