Las bandas criminales imponen crueles reglas de terror en Haití
una o dos veces por semana, siempre de día. Cuando recientemente escuchó disparos en pleno día frente al taller en el que trabaja, situado en un barrio supuestamente tranquilo, ni siquiera intentó llamar a la policía.
Sin comentarios
La Policía Nacional de Haití, contactada por la AFP sobre la situación de seguridad, no quiso hacer comentarios. “No tengo un Estado, no tengo una fuerza policial, no tengo a nadie que me cuide. Si me pasa algo, seré un caso más”, dice resignada.
Puerto Príncipe. “Hablamos con los líderes de la comunidad sobre el terreno y nos dimos cuenta de que la seguridad de nuestros equipos ya no estaba garantizada”, dijo Désiré Kimanuka, director de proyectos de la ONG.
Los enfrentamientos se han extendido a otros barrios pobres de la capital. Cerca de 20.000 ciudadanos de los más pobres del país han tenido que refugiarse en los últimos meses en gimnasios e instalaciones públicas, según la ONU.
La tregua declarada por los líderes de la banda de Martissant tras el terremoto del 14 de agosto para permitir la llegada de ayuda humanitaria a las víctimas del sur de Haití no duró ni un mes.
El control de bandas armadas sobre un tramo de dos kilómetros de la carretera nacional impide de facto el acceso seguro a dos de las tres instalaciones petroleras de Haití.
Y la tercera, situada en el barrio de chabolas de Cité Soleil, no ha tardado en dar la voz de alarma: “En las dos últimas semanas, una docena de camiones cisterna han sido secuestrados”, afirma David Turnier, presidente de la Asociación Nacional de Distribuidores de Productos Petrolíferos.