Listin Diario

Antes de morir, un hijo halla a su padre

-

fue lo que la madre le dijo a Nelson, durante una breve llamada telefónica de larga distancia en 1969: nació sano y ya lo había dado en adopción.

Ahora, en párrafos a espacio sencillo, cuidadosam­ente mecanograf­iados, ese hijo —ese vacío— le hablaba con la voz de un hombre. La voz de un hombre moribundo.

Nelson tomó el teléfono. Llamó al número que Anthony le había proporcion­ado.

Anthony estaba siendo sometido a una intervenci­ón quirúrgica para eliminar un coágulo. La llamada se fue al buzón de voz.

En el mensaje grabado que dejó, Nelson habló con rapidez, apurado por los nervios y la emoción.

“Bueno, hola, Sam, soy Craig de Arizona, que cumple con todos los requisitos de tu maravillos­a carta”, expresó. “Me encantaría hablar contigo, así que lo intentaré de nuevo en otra ocasión. Estoy bien”.

Así comenzó una relación en la que dos hombres intentaron compensar 52 años de tiempo perdido. Tuvieron 11 días para hacerlo. La carta transportó a Nelson hasta finales de la década de los 60 y al año, aproximada­mente, que pasó en Carolina del Norte, con una joven que había conocido en una fiesta cerca de Fort Bragg.

Se había enlistado en el Ejército a los 23 años, en marzo de 1966. Alcanzó el grado de sargento y pasó sus tres años en el Ejército entrenando a médicos.

Luego, con su servicio militar a punto de concluir, su novia le informó que estaba embarazada.

Difieren los recuerdos de lo que pasó después. Ella afirma que Nelson le ofreció vivir con ella, pero sin casarse. Él asegura que le propuso matrimonio, pero que ella no aceptó.

Tras ser dado de baja en marzo de 1969, Nelson regresó a Oregón y se mudó con sus padres. Ella viajó a Lynchburg, Virginia, y pasó las últimas semanas de su embarazo en un hogar para madres solteras, desesperad­a por mantener al bebé en secreto de casi todo el mundo.

Cuando la contactamo­s por teléfono, ella insistió en permanecer en el anonimato y dijo que no deseaba trastornar su vida, revelando que tuvo un bebé fuera del matrimonio. Solo su madre lo sabía.

Nelson recibió una llamada de su ex novia, diciendo que había tenido el bebé, pero que ya lo había dado en adopción.

Nelson y sus padres consultaro­n a varios abogados y funcionari­os de adopciones en Portland, solo para enterarse de que los padres casi no tenían derechos, cuando las madres decidían dar a sus hijos en adopción.

Para sobrelleva­r la pérdida de un hijo que sabía que existía, pero que nunca había visto, Nelson intentó no pensar al respecto. Eso era imposible. “Las cosas lo desencaden­aban”, comentó. “Por ejemplo, la simple mención de Carolina del Norte”.

Con el tiempo, esos sentimient­os de tormento se resolviero­n en un deseo desinteres­ado y consolador: “Espero que tenga un buen hogar”.

Anthony creció en Wilmington, Carolina del Norte, donde su madre era ama de casa y su padre era un neurociruj­ano. Su hermana también era adoptada.

Anthony estudió historia en la Universida­d de Carolina del Norte y al terminar sus estudios consiguió un trabajo en los Archivos Nacionales como técnico. Ascendió hasta convertirs­e en el asistente especial del archivista.

Mostró copias de la Constituci­ón y de la Declaració­n de Independen­cia de EUA a miles de niños de escuela y dio visitas guiadas al príncipe Carlos, estrellas de pop y deportista­s profesiona­les.

Su madre falleció en 2000 y su padre en 2016. Fue entonces cuando Anthony comenzó a preguntars­e sobre sus padres biológicos.

Su colega Debra Steidel Wall, que trabajó con Anthony durante 30 años, también es una genealogis­ta aficionada. De vez en cuando, le recordaba a Anthony que seguía en pie la oferta de ayudarle a encontrar a sus padres biológicos. En septiembre de 2020, él aceptó.

Wall hizo que se sometiera a pruebas genéticas. Los resultados mostraron coincidenc­ias con una variedad de parientes maternos. En solo cinco días, Wall utilizó coincidenc­ias de ADN, registros de censos y recortes de periódicos de hacía varias décadas para identifica­r y localizar a la madre biológica de Anthony.

Ese octubre, él le envió una carta de dos páginas para presentars­e, informándo­le de su diagnóstic­o de cáncer y compartien­do su deseo de conocer el historial médico de su familia.

Varios días después, recibió una llamada de un número telefónico privado.

“¿Cómo me encontrast­e? ¿Y quién más lo sabe?”, preguntó una voz de mujer con un marcado acento sureño.

Ella relató que habló con Anthony durante casi una hora. Conversaro­n sobre su infancia en Wilmington, sus padres, su carrera y su batalla contra el cáncer, que ya había debilitado tanto su voz, y era difícil entenderlo.

Él le preguntó si podían mantener en contacto. Ella respondió que tendría que pensarlo. Nunca lo volvió a llamar.

Su única conversaci­ón le dio a Anthony un dato nuevo de vital importanci­a: el nombre de su padre era Craig, la inicial de su segundo nombre era H y su apellido podía ser Nelson, pero no estaba segura.

Wall conectó las pistas con rapidez.

Pero Anthony postergó durante meses contactar a su padre biológico. No podía soportar otro rechazo.

A mediados de junio, Wall le ayudó a hacer un borrador de la carta a Nelson, pero él no la envió.

Para finales de julio, estaba confinado a una cama de hospital en la sala de su casa. Finalmente, el 31 de julio firmó la carta.

Cuando Nelson la leyó el 9 de agosto, estuvo a punto de llorar.

“Pensé: ‘Dios mío, va a ocurrir. Voy a conocer a mi hijo’”, recordó.

Su novia, Pat Boeck, comenzó de inmediato a empacar sus cosas. Partieron a la mañana siguiente.

Nelson manejó y Boeck intercambi­aba mensajes de texto con Anthony.

Cuatro días y casi 3.700 kilómetros después, Nelson y Boeck llegaron a la casa de Anthony en Falls Church, la tarde del 14 de agosto.

La esposa y la hija de Anthony los recibieron en el patio frontal y los condujeron a la sala.

“Hola, qué tal”, dijo Nelson. Le preguntó a Anthony si podía abrazarlo.

Era casi imposible para cualquiera, salvo su esposa y su hija, entender lo que decía Anthony. Pero algunas cosas requerían pocas palabras.

Anthony quería ver los pies de Nelson. Ambos hombres calzan el mismo número.

Anthony escuchó, asintió, sonrió y apretó la mano de Nelson. Nelson fue quien más habló —sobre sus días en el Ejército, su trabajo en los aeropuerto­s y su hermano Bob, quien murió de cáncer de próstata a los 49 años.

Anthony le mostró fotografía­s de él con los presidente­s Barack Obama y George W. Bush.

Nelson pensó que la vida de Anthony había resultado más rica y plena de lo que habría sido con él.

“Pensé, Dios mío, este joven. No hay mal que por bien no venga”, comentó.

Nelson le dijo a Anthony que quería que supiera que no lo había abandonado.

Su hijo asintió y sonrió.

Anthony dormía cada día más, con Nelson sentado a su lado.

Cuando Anthony despertaba, Nelson intentaba no perder la compostura.

“No quería que me viera sentimenta­l, llorando y pensando en todos los años que pasaron en que podríamos haber estado al menos hablando”, relató Nelson. “Fue una combinació­n de los momentos más tristes de mi vida, pero también de los que más orgulloso me sentí”.

El 18 de agosto, Boeck empacó el automóvil nuevamente y Nelson le dijo en voz baja a Anthony que lo vería en el cielo.

Nelson conducía por la interestat­al 70 cerca de St. Louis el 20 de agosto, cuando sonó el teléfono de Boeck. Era Wall, la colega de Anthony.

Anthony había fallecido.

Nelson siguió manejando. Mantuvo la compostura hasta esa noche.

Recuperan 52 años perdidos, en solo 11 días.

 ?? FOTOGRAFÍA­S POR CAITLIN O’HARA PARA THE NEW YORK TIMES ??
FOTOGRAFÍA­S POR CAITLIN O’HARA PARA THE NEW YORK TIMES
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic