El covid ayuda a que las canas sean opción
No era que Liesl Tommy no pudiera hacer que su colorista tomara un vuelo. Era la premiere en Los Ángeles de la película biográfica de Aretha Franklin protagonizada por Jennifer Hudson, y Tommy, directora de la cinta, sería fotografiada casi a cada paso.
Cuando planeaba sus looks para la alfombra roja, “mi cabello fue definitivamente parte de la conversación”, dijo Tommy, quien se negó a dar su edad.
Quería “sentirme glamorosa, cómoda y como yo misma”.
En el estreno del 8 de agosto, sus rizos plateados estaban recogidos en una cola de caballo alta, unida por trenzas plateadas.
“De hecho, con las canas me siento más poderosa”, afirmó.
Poco a poco han desaparecido las fases de “no tuve opción” y “nadie me ve de todos modos”, relacionadas con la resignación por las raíces del cabello, durante el primer año de covid.
Ahora, mantenerse fuera de la silla del colorista tiene menos que ver con la salud y todo que ver con acoger lo que alguna vez fue una excusa.
Al principio, Maayan Zilberman, una artista y elaboradora de postres, caminaba por su barrio neoyorquino y recibía comentarios sobre su cabello canoso.
“¿Por qué hiciste eso?”, era un estribillo común de la gente que se preguntaba por qué decidió abandonar una vida de color “negro como la noche” en sus palabras.
Pero últimamente, sus mensajes en Instagram están llenos de fanáticos que piden consejos sobre si deben olvidarse del tinte.
“Les digo que lo intenten”, dijo Zilberman. “Es súper divertido”.
Pero para ella fue más que una simple diversión. Zilberman, de 42 años, comenzó la pandemia pintándose el cabello para reuniones por Zoom con clientes. Pero con el paso del tiempo, el color del cabello se volvió un símbolo de algo más grande. “Fue una época en la que pensaba mucho en la verdad, al mirarme en el espejo y ser honesta acerca de quién soy”, confesó.
“Ahora se podría decir que es una reacción al último año y medio”, agregó. “Pero también es porque me deshice de una enorme capa de mí misma. Se ve bien sentirse bien”.
Cuando Susan Gray, una abogada de Oakland, California, le dijo por primera vez a su estilista a domicilio que quería dejarse las canas, la estilista no sabía por dónde comenzar.
Juntas, le dieron una mirada a los “antes y después” de su colorista en Instagram y, en el curso de 10 meses y varias sesiones, lograron el tono que permitiría que su cabello siguiera creciendo de forma natural. (“Definitivamente hubo una fase dijo Gray, de 48 años, riendo).
Para Gray, puede que no haya sido una declaración de estilo, pero tampoco fue un acto de derrota.
“Por lo general, no soy de las primeras en adoptar tendencias”, afirmó. Dejarse las canas “tenía que ocurrir más temprano que tarde en mi vida. No quería ser una de esas personas de 60 años con cabello negro azabache y no saber cómo salir de eso”.
Audacia para algunas, la hora de la verdad para otras.