Afganos huyen por hambre y miedo
ZARANJ, Afganistán — Desde su escondite en el barranco del desierto, los migrantes apenas podían distinguir las luces de la frontera iraní que brillaban en el horizonte.
El aire era frío y su respiración, pesada. Muchos habían gastado lo último de sus ahorros en alimentos semanas antes y juntaron efectivo de familiares, con la esperanza de escapar al colapso económico de Afganistán. Ahora, mirando hacia la frontera veían un salvavidas: trabajo, dinero, comida.
“No hay otra opción para mí, no puedo regresar”, dijo Najaf Akhlaqi, de 26 años, mirando a los traficantes que recorren el paisaje en busca de patrullas talibanes. Luego se puso en pie de un salto cuando los traficantes le gritaron al grupo que corriera.
Desde que Estados Unidos retiró sus tropas y los talibanes tomaron el poder, Afganistán se ha sumido en una crisis económica que ha llevado al límite a millones de personas que ya vivían al día. Los ingresos se han desvanecido, el hambre potencialmente mortal se ha generalizado y la ayuda tan necesaria se ha visto obstaculizada por las sanciones occidentales contra los funcionarios talibanes.
Más de la mitad de la población enfrenta “niveles extremos” de hambre, dijo el mes