José Mármol: “No hay que filosofar para escribir poesía”
El poeta José Mármol responde este cuestionario sobre su obra y sus reflexiones literarias y filosóficas en medio de jornadas de poesía celebradas en México, a donde fue invitado por la embajada dominicana en ese hermano país.
JMéxico. osé Mármol andaba por
Ya se encuentra en el país con la frente en alto, como siempre lo hace cuando va a representar a la literatura dominicana en prestigiosos eventos mundiales. Esta vez fue el único poeta invitado del país a las jornadas Pellicerianas de Villahermosa, Tabasco, del 16 al 19 de los corrientes por el 125 aniversario del natalicio del poeta Carlos Pellicer. El lunes 14 ofreció un recital en la embajada de la República Dominicana en Ciudad México por invitación especial de la actual embajadora María Isabel Castillo. Y el martes 15 fue invitado a la ciudad de Acapulco por la periodista y escritora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente López Obrador. Ella creó y dirige el programa “Fandangos de Lecturas Internacionales”, de estímulo a los jóvenes. No hay mejor ocasión para una nueva entrevista con el autor de “Yo, la isla divida”.
YL: Sus entrevistas a lo largo de su carrera literaria desnudan su alma de poeta, y presentan su pensamiento y reflexiones en una sociedad que no entiende mucho de poesía ni de filosofía. ¿Qué busca con sus respuestas?
JM: Sí, esa es la búsqueda. La literatura y la filosofía son dos hechos o facturas de lengua y pensamiento. De ahí su revestimiento simbólico de cultura. Han luchado, en sus distintos momentos históricos y como parte de la civilización, porque la sociedad escuche sus propuestas, porque se las tome en cuenta, por que importen como expresión humana. Ha habido, por supuesto, momentos de esplendor y de preponderancia de estas dos formas del saber. Sin embargo, por su espíritu crítico, por su vocación de ser buena o mala conciencia de cada época, por su cuestionamiento a lo establecido y su talante subversivo frente a los poderes fácticos, también han sufrido purga, condena, exclusión y exilio. Lo importante es que, a pesar de los derroteros que ha tomado la civilización de la información y la digitalización, y su emblemático consumismo, ni la poesía ni la filosofía han sucumbido a los intentos de hacerlas irrelevantes.
YL: ¿Qué diferencia hay entre
José Mármol de los 80 y el actual?
JM: En los 80 yo tenía 20 años de edad. Ahora cumpliré 62. Eso marca una importante diferencia, no solo biológica, sino también, en la cosmovisión y en la actitud frente al lenguaje estético y el pensamiento. El de los años 80 era un sujeto más arriesgado, más iconoclasta ante el saber y la tradición poética establecidos. El de ahora es más conciliador, por no admitir el término conservador. El de ahora articula mejor, quizá, lo esencial de la vida activa y la vida contemplativa. Pero, jamás me acomodaría a la etiqueta de conformista.
YL: ¿Usted se mantiene bajo perfil, tiene eso algo que ver con su personalidad?
JM: Procuro, más bien, un perfil adecuado, ante lo que pienso, escribo, practico y trabajo. El punto medio aristotélico forma parte de mi manera de analizar y tratar de entender al otro y al mundo. En términos de personalidad, sería más bien, un aliado del sosiego que de la impulsividad. No por gratuidad Descartes enseña que la duda es el principio de toda razón. Si bien, no siempre dudo, al menos, medito. La meditación no va con la velocidad.
YL: ¿Cómo ve a estas alturas el mundillo cultural dominicano?
JM: La palabra “mundillo” nunca me ha gustado. Suele estar en labios de aquellos que se han sentido siempre superiores., aunque sean perfectos mediocres Hay un dejo de supremacía ideológica o gnoseológica o de falsa erudición en quienes ven a los demás como parte de un “mundillo”, mientras se creen ser parte del mundo, el mayor de los mundos. Somos na nación económicamente emergente, culturalmente singular y con grandes valores para la cultura universal. El problema está en que nos han hecho sentir y nos hemos creído ser inferiores. Y quienes hablan del “mundillo” cultural nuestro puede que sean los principales responsables de esa segregación, de esa discriminación, de ese lastre con implicaciones étnicas, socioeconómicas, políticas y culturales. Prefiero, en la perspectiva del gran maestro de América, el insigne humanista Pedro Henríquez Ureña, trabajar, trabajar cada día, para hacer sentar las bases del nacionalismo espiritual, ese que según él, y lo creo, nace de cada pueblo traducido en arte y pensamiento,