LUIS BEIRO
EDITOR DE LECTURAS DE
DOMINGO
La verdad se parece a las guineas jíbaras. Son ariscas y saben huir. Se transforman en humo y, después de la escapada, llegan a la manigua vestida de alquitrán para bailar con fantasmas. Nunca deja huellas.
Su carne es placentera y suave. La olla de presión se encarga de ablandarla a nuestro gusto.
La mentira es lo contrario. Es simuladora, abierta y no requiere carta presentación. Sabe andar como regalo envenado.
Entre verdad y mentira se mueve el periodista sin darse por vencido. Su reto es acercarse a la primera, como Dios lo trajo al mundo, para husmear temores ajenos, deslices eventuales y caminos polvorientos. Siempre a cambio de nada.
En mis primeros años en el Listín Diario prefería viajar a los pueblos en busca de historias olvidadas. Una vez se me ocurrió entrevistar a los protagonista de un hecho que inspiraba repugnancia y temor: la captura de caimanes “a mano pelá”, en el lago Enriquillo. Preparé un equipo