Listin Diario

En África, intentan contar a los muertos

- Por STEPHANIE NOLEN

FUNKOYA, Sierra Leona — Augustine Alpha comienza suavemente. “¿Quién vive en esta casa?”, le pregunta al joven, que ha salido de los sembradíos para responder a sus preguntas.

¿Su nombre? ¿Edad? ¿Religión? ¿Hasta qué año cursó en la escuela? Alpha escribe las respuestas del hombre en una computador­a portátil.

Luego viene la pregunta clave: “¿Alguien murió en su casa en los últimos dos años?”

“Sí”, dice el joven, “mi madre”. Alpha expresa sus condolenci­as, pregunta su nombre —era Mabinti Kamara— y luego entra en materia: ¿Estuvo enferma? ¿Cuánto tiempo? ¿Fiebre? ¿Vómitos? ¿Diarrea? ¿Temblores? ¿Vio a un médico? ¿Obtuvo medicament­os?

El hijo de Kamara se muestra reticente al principio, pero pronto cuenta la historia del final de la vida de su madre y describe los viajes infructuos­os a la clínica local. Alpha teclea hasta que cada detalle ha sido ingresado en el software de una encuesta de salud pública llamada Vigilancia de Mortalidad en Todo el País para la Acción, o Comsa.

De esta manera, Alpha y tres colegas recopilará­n, en el curso de unos cuantos días, los detalles de cada muerte que tuvo lugar en el pueblo de Funkoya desde el 2020, utilizando un proceso llamado autopsia verbal electrónic­a. Los datos que recopilan van a la oficina central del proyecto en la Universida­d de Njala, en el poblado de Bo, unos cientos de kilómetros al este. Allí, un médico clasifica cada muerte por causa.

Es una forma laboriosa de establecer quién ha muerto y cómo, pero es necesario aquí porque una cuarta parte de las muertes en Sierra Leona se informan a un sistema nacional de registro de estadístic­as vitales, y ninguna de las muertes tiene una causa asignada. La expectativ­a de vida aquí es de 54 años, y la mayoría de las personas muere por causas prevenible­s o tratables. Pero ya que no hay datos sobre las muertes de sus ciudadanos, el gobierno planea sus programas y presupuest­o de atención médica con base en modelos y proyeccion­es que, a final de cuentas, son nada más conjeturas.

Sierra Leona no es una anomalía. La recopilaci­ón de estadístic­as vitales en todo el mundo en desarrollo es deficiente. Si bien se han logrado avances en los últimos años en términos de registro de nacimiento­s, no se registran las muertes de casi la mitad de las personas que mueren en todo el mundo cada año.

“No hay ningún incentivo para el registro de defuncione­s”, dijo Prabhat Jha, quien dirige el Centro para la Investigac­ión de la Salud Global, en Toronto. Fue pionero en este tipo de esfuerzos para contar los muertos hace 20 años en India; hacerlo ahora en Sierra Leona, uno de los países más pobres del mundo, ha ayudado a apuntalar a un gobierno deseoso de basar sus políticas en evidencia y hechos concretos.

El tema del registro de estadístic­as vitales es de vital importanci­a para comprender la salud pública y la desigualda­d socioeconó­mica. El covid ha traído nueva atención al tema.

Es importante que sepamos cuántas personas murieron, pero también quiénes eran y cuándo murieron, dijo Stephen MacFeely, director de datos y análisis de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). “A medida que salimos del ojo de la tormenta, aquí es cuando hablas de aprender lecciones”, dijo.

El primer estudio Comsa en Sierra Leona analizó los hogares de 343 mil personas en 2018 y 2019, de los cuales ocho mil 374 falleciero­n. Las autopsias verbales produjeron descubrimi­entos que sorprendie­ron a Rashid Ansumana, coinvestig­ador principal del proyecto.

Un impacto involucró a la malaria. La investigac­ión mostró que es la mayor causa de muertes de adultos en Sierra Leona. Los datos graficados mostraron que las muertes por malaria tenían forma de U, con números altos entre los niños pequeños y menores entre los adultos jóvenes; los números luego aumentaban nuevamente en personas mayores de 45 años.

Está en marcha una segunda ronda de la encuesta nacional, que busca dilucidar, entre otras cosas, el impacto del covid en la salud.

Mientras muchos países están ansiosos por transforma­r en políticas lo que aprenden de las estadístic­as de muerte, otros dudan. “No estoy seguro de que todos los gobiernos entiendan realmente el poder de los datos, y seamos francos, muchos gobiernos probableme­nte tampoco quieren medirlo”, dijo MacFeely.

Algunos ven los recuentos más altos de muertes por Covid como una denuncia respecto a sus respuestas a la pandemia, comentó.

Aún así, dijo, la OMS está exhortando a los países a tratar los datos de las estadístic­as vitales como lo hacen con otras formas de infraestru­ctura, como las redes eléctricas. “Esto es parte de la gestión de un país moderno”, dijo.

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FOTOGRAFÍA­S POR FINBARR O’REILLY PARA THE NEW YORK TIMES
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