Europa busca gas y recurre a África
Los líderes europeos han estado dirigiéndose a África, buscando alternativas al gas natural ruso — despertando esperanzas en África de que la guerra en Ucrania podría inclinar la balanza en la desigual relación del continente con Europa, al atraer una nueva oleada de inversiones en gas pese a la presión para dar el giro a las energías renovables.
En septiembre, el presidente de Polonia llegó a Senegal en pos de tratos para gas. En mayo, el canciller Olaf Scholz de Alemania acudió por el mismo motivo y dijo al Parlamento alemán que la crisis de energía europea requería trabajar “junto con países donde existe la posibilidad de desarrollar nuevos yacimientos de gas”, al tiempo que se mantienen las promesas para reducir emisiones.
La esperanza en las capitales africanas es que Europa financie instalaciones de gas no solo para exportar, sino para usar en sus países. Lo que está en juego es enorme.
Autoridades italianas han acompañado a ejecutivos de Eni, una de las compañías de energía más grandes del mundo, a Argelia, Angola, República del Congo y Mozambique, donde se anticipa que una terminal de gas natural operada por Eni empiece en unos días a suministrar gas a Europa. Eni ahora está en conversaciones con el Gobierno de Mozambique para una terminal adicional.
Y funcionarios de la República Democrática del Congo han emprendido una gira de mercadotecnia para llamar la atención a nuevos bloques de petróleo y gas que han puesto en subasta. Los activistas climáticos han denunciado la subasta porque incluye bloques de petróleo que traslapan un santuario de gorilas así como turberas frágiles.
En entrevistas, líderes africanos lamentaron que se hubiera requerido una guerra, a miles de kilómetros de distancia, para otorgarles poder de negociación, y describieron lo que veían como una doble moral. Europa usó no solo gas natural, sino combustibles mucho más sucios como el carbón, durante cientos de años para impulsar una era de desarrollo de imperios.
Su queja principal: naciones menos desarrolladas deberían tener libertad de quemar más gas en los próximos años porque sus ciudadanos merecen mejores estándares de vida y mayor acceso a electricidad confiable y otras necesidades básicas. Pero los prestamistas europeos e internacionales han hecho que sea demasiado costoso, señalan los líderes africanos.
En lugar de eso, los líderes europeos han predicado a los africanos acerca de reducir emisiones de dióxido de carbono al tiempo que brindan poco financiamiento para ayudar a desarrollar alternativas de energía verde, todo mientras siguen emitiendo mucho más que África.
Más de 600 millones de africanos no tienen acceso a energía y casi mil millones usan leña y carbón para calentar sus hogares y cocinar.
Electrizar todos los hogares africanos podría lograrse para 2030 con inversiones de US$25 mil millones al año, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), una fracción de lo que se invierte en la energía global.
Los expertos señalan que las preocupaciones occidentales sobre el deseo de los países africanos de quemar más gas en sus países en los próximos años está fuera de lugar desde una perspectiva del cambio climático. La AIE proyectó este año que si los países africanos desarrollaban todas sus reservas de gas conocidas, la aportación de África a las emisiones globales solo aumentaría del 3 por ciento a aproximadamente el 3.5 por ciento.
Fuera de los principales emisores del continente (Sudáfrica, que depende del carbón, así como productores de petróleo y gas del norte de África) los otros 47 países africanos emiten en conjunto menos que incluso algunas de las economías más pequeñas de Europa, como Grecia.
Los lideres africanos indicaron que Europa necesita financiar proyectos africanos de gas rápidamente, y no solo con miras a exportar a Europa.
“Debemos actuar con apremio más allá de la grandilocuencia”, dijo Akinwumi Adesina, presidente del Banco Africano de Desarrollo. “Ni siquiera la transición energética de Europa fue posible sin gas. La realidad es la realidad”.
La encomienda que llegó a través del sitio de internet de Michael McKeever no tenía nada de inusual, el tipo de petición que recibía con frecuencia en sus décadas trabajando como investigador privado en Nueva York.
Un cliente internacional quería su ayuda para encontrar a una deudora que había huido de Dubái y se creía que estaba en el barrio neoyorquino de Brooklyn. McKeever debía vigilar una casa y fotografiar a la gente que entraba y salía.
McKeever y un socio empezaron a efectuar la vigilancia, pero no se dieron cuenta de que otro equipo observaba el misma domicilio. Eran agentes del FBI, y uno de ellos pronto les hizo una advertencia. “Su cliente no es quien piensan”, dijo el agente, de acuerdo con McKeever. “Es gente mala, y no trama nada bueno”.
McKeever, de 71 años, se enteraría más tarde de que había sido usado por agentes de inteligencia iraníes en un presunto complot para secuestrar a Masih Alinejad, una periodista iraní-estadounidense que ha sido implacable en sus críticas a los abusos de los derechos humanos, la discriminación contra las mujeres y el encarcelamiento y tortura de opositores políticos de Irán.
“Temíamos que iban a buscar raptarla, llevarla a casa y probablemente matarla”, indicó James E. Dennehy, exdirector de la división de contrainteligencia y cibernética del FBI en Nueva York.
Por todo Estados Unidos, investigadores son contratados cada vez más por un nuevo tipo de cliente —gobiernos autoritarios como Irán y China que intentan vigilar, acosar, amenazar y repatriar a disidentes que viven legalmente en EE. UU., dijeron funcionarios de imposición de la ley.
Cargos federales y denuncias en los últimos dos años detallan casos en los que investigadores privados fueron envueltos en esquemas de este tipo en Nueva York, California e Indiana. La mayoría parece haber sido usada sin darse cuenta.
Bruce Hoffman, un experto en terrorismo en el Consejo de Relaciones Exteriores, dijo que un gobierno puede contratar a un investigador para enterarse de información sobre la dirección, teléfonos y domicilio laboral de una persona. “Me da la impresión de que es terrorismo de bajo costo y bajo riesgo auspiciado por el Estado”, apuntó.
En el caso que involucra a Alinejad, fiscales de EE. UU. presentaron cargos de conspiración de secuestro en julio de 2021 contra un oficial de inteligencia iraní y tres asociados, todos en Irán. No es probable que alguno sea aprehendido si permanecen ahí, pero los funcionarios señalaron que el objetivo, más allá de proteger a víctimas potenciales, era poner al descubierto y disuadir complots concebidos a los niveles más altos de un gobierno extranjero.
Para la mayoría de los investigadores privados, los trabajos se originan con firmas legales, compañías de seguros y cónyuges agraviados. Hoy en día, muchas encomiendas llegan a través de internet.
McKeever indicó que tras ser informado del rol de Irán, cooperó secretamente con el FBI. Funcionarios de la agencia confirmaron su cooperación.
En 2020, McKeever recibió el correo electrónico que le pedía vigilar la casa de Alinejad. El auto de acusación identifica al remitente, Kiya Sadeghi, como un agente de inteligencia iraní que contrató a investigadores en EE. UU., Canadá y Gran Bretaña para obtener vigilancia.
De acuerdo con el auto de acusación, los conspiradores habían investigado rutas del hogar de Alinejad a la costa, y métodos para llevarla en barco a Venezuela y luego a Irán.
“No me queda la menor duda de que lo habrían hecho”, dijo McKeever. “Me alegro que no funcionara”, agregó.