Urbe ucraniana desafía el intento de asimilación rusa
JERSÓN, Ucrania — La hija de Iryna Dyagileva asistió a la escuela cuando el plan de estudios incluía memorizar el himno nacional ruso. Pero los maestros hicieron caso omiso de ello y, en su lugar, recibían a los alumnos por las mañanas con un saludo: “¡Gloria a Ucrania!”.
Las autoridades de la ocupación le pidieron a Olha Malyarchuk, una oficinista en una compañía de taxis, que pagara los recibos con rublos. Pero ella siguió pagando en moneda ucraniana, la grivna.
“Simplemente, no funcionó”, comentó Malyarchuk sobre la propaganda rusa que fue diseminada en televisión y anuncios espectaculares durante los nueve meses que Rusia ocupó Jersón. Unos días luego de que las fuerzas rusas se marcharon de allí, Malyarchuk caminaba por un parque, ondeando una pequeña bandera ucraniana.
Un anuncio espectacular a la orilla de una carretera proclamaba, “¡Estamos unidos con Rusia!”. Pero un adolescente quien dio solo su nombre de pila, Oleksandr, había trepado por el poste de soporte y arrancaba el anuncio a pedazos.
El ejército ucraniano ha recuperado cientos de aldeas y pueblos en tres contraofensivas importantes al norte de Kiev, en la región noreste de Járkiv y, recientemente, en la región sur de Jersón.
Sin embargo, destaca la ciudad de Jersón: fue el centro de una ambiciosa campaña rusa para integrar a la ciudadanía y borrar la identidad ucraniana —una meta que el presidente Vladímir Putin albergaba para toda Ucrania.
En Jersón se prohibieron los cantos nacionales. Hablar ucraniano podía llevar al arresto. Las escuelas adoptaron planes de estudios rusos y se les dijo a alumnos jóvenes que eran rusos, no ucranianos.
No obstante, parece que esos esfuerzos rusos fueron en gran medida inútiles, al menos entre aquellos que permanecieron en la ciudad mientras se aproximaban las fuerzas ucranianas.
Serhiy Bloshko, un trabajador de la construcción, había vivido en casas de amigos durante la ocupación, temiendo ser arrestado por unirse a las manifestaciones en contra de la ocupación en marzo, poco después de que llegara el ejército ruso. De hecho, los soldados sí fueron a su hogar. Al no encontrarlo, se llevaron su televisión y su refrigerador, indicó.
No obstante, los rusos dieron con algunos de sus amigos, quienes fueron detenidos y desaparecieron, recordó. “Fue limpieza étnica”, dijo Bloshko.
Por toda Ucrania, la guerra ha sido notable como un momento de acelerada separación cultural de los rusos por parte de los ucranianos —lo opuesto a lo que Putin había buscado lograr.
Ucranianos bilingües que hablaban ruso antes de la guerra cambiaron al ucraniano. Escritores en Kiev sugirieron cerrar un museo dedicado a Mikhail Bulgakov, un originario de la ciudad quien escribió en ruso. El alcalde de Odesa, una ciudad fundada por la zarina Catalina la Grande, ha señalado que será derribada la estatua de ella.
Tras la liberación de Jersón, ningún residente que pudiera haber estado más abierto a los esfuerzos de asimilación rusos estaba en evidencia, algo poco sorprendente dado que muchos de ellos habían evacuado al tiempo que se aproximaban los ucranianos y el Gobierno ruso alentaba a los residentes a marcharse. Muchos funcionarios del Gobierno local habían colaborado con los rusos.
Malyarchuk dijo que, a pesar de los fracasos del programa de asimilación, los ocupantes insistieron, publicando periódicos rusos y transmitiendo un noticiero televisivo pro Moscú. El 10 de noviembre, mientras emprendían la retirada, los soldados rusos hicieron estallar la torre de televisión, por temor a que Ucrania ahora transmitiera noticias pro ucranianas en territorio ocupado cerca de allí.
Iryna Rodavanova, una curadora retirada del Museo de Arte de Jersón, afirmó que la brutalidad de los soldados rusos había mermado los esfuerzos de asimilación cultural. Soldados golpearon a su esposo a la orilla de un camino tras acusarlo de una falta de tránsito.
Semanas antes de emprender la retirada, soldados rusos ingresaron a la Catedral de Santa Catalina y tomaron los huesos del príncipe Gregorio Aleksandrovich Potemkin, un aristócrata ruso del siglo XVIII, llevándose un fuerte símbolo de los lazos de Jersón con Rusia.
Potemkin, un amante de Catalina la Grande, era considerado el fundador de la ciudad moderna de Jersón.
Ucrania debería pedir la devolución de la osamenta, declaró el padre Vitaly, un sacerdote en la catedral. Pero añadió que a los residentes no les importará realmente si no regresan.
“No necesitamos los huesos”, aseguró. “Tal vez la siguiente generación ni siquiera recuerde que alguna vez estuvieron aquí”.