Natalia Lafourcade vive el renacimiento
A través de una deficiente conexión inalámbrica, Natalia Lafourcade sonrió mientras presumía su jardín en Xalapa, la capital del estado mexicano de Veracruz. Había salido de su estudio de grabación, haciendo un recuento de los árboles que rodean su casa —guayabo, higuera, mulato— mientras explicaba la génesis de su nuevo álbum,
que brotó tras un rompimiento romántico.
“Las rupturas pueden ser tan profundas, a nivel celular, que tienes que reconstruir tu vida y reconectarte contigo misma”, dijo. “Perdonarte a ti misma y perdonar a la otra persona es una labor difícil”, agregó. “Así que fui a caminar por las montañas y regresé a mi jardín, una metáfora de un campo de emociones y posibilidades que había que explorar”.
Lafourcade, hija de un padre chileno que toca el clavicordio y el laúd y una madre mexicana que enseña música a niños, surgió a principios de la década de 2000 como un talento precoz en la escena post-rock en español de México. Hizo música que abarcaba rock, pop y
colaborando con Emmanuel del Real, de Café Tacvba, y la cantautora Julieta Venegas, entre otros.
Pero a partir de
en 2012, y luego, con dos discos de
(en 2017 y 2018) y dos lanzamientos de (en 2020 y 2021), su trayectoria tomó un giro más serio. Se enfocó en interpretar canciones tradicionales mexicanas como y estándares latinoamericanos de Agustín Lara, conocido como uno de los grandes compositores y cantantes del bolero, así como de Pedro Infante, rey de la canción ranchera de México.
Lafourcade dijo que indagar en el pasado le mostró un nuevo camino a futuro. “Me volví más rebelde y experimental”, dijo.
es su primer álbum con material totalmente original desde su LP ganador de un Grammy en 2015, y otro giro en los 20 años de trayectoria musical de la cantante de 38 años.
“Hasta ahora, ella realmente no ha revelado quién es”, dijo Emilio Dorantes, pianista y arreglista del álbum.
Para el nuevo LP, Lafourcade buscó a un viejo amigo, Adán Jodorowsky, hijo del cineasta de vanguardia Alejandro Jodorowsky, que alguna vez fue vecino suyo en la Ciudad de México. El joven Jodorowsky, cineasta, actor y músico, se mostró igualmente ambicioso respecto del proyecto. “Quería que ella fuera más allá de los países, más allá de las nacionalidades, más allá de la identidad”, dijo. Él la empujó a invitar a músicos consumados como el guitarrista Marc Ribot, el bajista Sebastian Steinberg (Soul Coughing, Fiona Apple) y el percusionista francés Cyril Atef; accedieron.
Lafourcade y Jodorowsky decidieron evitar las trampas electrónicas de la grabación contemporánea y optaron por grabar las pistas en vivo en cinta analógica en un pueblo fronterizo de Texas, cerca de El Paso. “Es tan orgánico que puedes sentir la calidad de la cinta cuando ella canta”, dijo Jodorowsky.
Lafourcade está inmersa en la nostalgia y la melancolía, cumpliendo una visión cinematográfica de volver a armar las cosas después de que se desmoronan.
Una de las canciones más conmovedoras del álbum, está basada en un poema escrito por el cantautor David Aguilar. La interpreta en un estilo de palabra hablada, con los músicos tocando un ritmo híbrido cubano-bossa.
“Quería componer una canción sobre la muerte, para apreciar la muerte porque no hay forma de evitarla, y entender que es natural ayudar a aliviar los momentos difíciles de mi vida”, dijo Lafourcade. Decidió acoger esa oscuridad como una forma de sanar después de que Aguilar le dijo que las canciones que había escrito tenían un tono muy “azul”.
¿Había establecido una conexión entre y otro álbum de una prolífica cantautora hace unos 50 años? “¡Ay, amo a Joni Mitchell; Amo dijo con un grito ahogado. “Es uno de mis Top 10 de LP. Es un disco que nace de una grieta, es verdad. De la grieta nace una florecita, y luego un jardín”, expresó.