China respira mejor, pero la India no
yHace una década, las capitales de los dos países más grandes de Asia tenían algunos de los cielos más sucios del mundo. En los peores días, millones de personas se veían envueltas en espesos doseles grises de contaminación que oscurecían el sol y asediaban los pulmones.
Desde entonces, uno ha hecho mejoras significativas. Después de que el gobierno chino declaró la guerra contra la contaminación en el 2013, Pekín prosiguió con un esfuerzo de varios años y US$100 mil millones para limpiar su aire. Las autoridades tomaron medidas drásticas contra las fábricas, sacaron de circulación a los vehículos viejos y cambiaron el carbón por el gas natural. Si bien aún queda mucho por hacer, los funcionarios dicen que la ciudad ahora tiene más de cien días más de cielos despejados al año que cuando inició la campaña. Pero en Nueva Delhi, el aire este otoño ha sido tan pésimo como siempre. El inicio de la temporada de contaminación del aire trajo semanas de bruma, llevando a las autoridades a detener brevemente el tráfico de camiones, cerrar escuelas y pedir a la gente que trabajara desde casa. Los que se aventuraron a salir tosían y se frotaban los ojos.
Cada año, los cielos de la región de Delhi se vuelven ocres por la contaminación generada por millones de vehículos, la quema de rastrojo en las granjas circundantes y el uso de fogatas para calentar y cocinar en las casas rurales. Y cada año, los residentes preguntan por qué nada cambia.
Las suertes disímiles resultan, en gran parte, de las diferencias entre el sistema autoritario de China y la enorme y desordenada democracia de India. En general, China ocupa un lugar relativamente bajo en los índices de desempeño ambiental. Pero en el caso de la contaminación de Pekín, el gobierno chino la abordó con un enfoque decidido cuando su nivel se volvió demasiado abrumador para ser ignorado, obligando una acción rápida y coordinada en respuesta a la ira pública.
India, dicen los expertos, ha carecido tanto de determinación política como de presión pública. Los electores tienen preocupaciones más apremiantes ya que decenas de millones aún viven en la pobreza.
“Mucho tiene que ver con la voluntad política y la coordinación entre los distintos gobiernos”, dijo Avikal Somvanshi, especialista en datos de la Campaña de Aire Limpio en el Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente, en Nueva Delhi. “Sigue librándose la lucha interna”, se lamentó.
Allí está, por ejemplo, un intercambio reciente. Un funcionario del partido dirigido por el primer ministro Narendra Modi comparó al jefe ministro de Delhi —miembro de un partido de oposición— con Hitler, diciendo que el ministro había “convertido su ciudad en una cámara de gas”. Arvind Kejriwal, el jefe ministro, respondió, preguntando por qué “el gobierno central está escondido, encerrado en una habitación”.
En China, con su sistema unipartidista, cuando el gobierno central prioriza una iniciativa, las autoridades locales se alinean. Eso sucedió con la contaminación de Pekín, al trabajar la capital con funcionarios regionales, dijo Zongbo Shi, profesor de ciencias atmosféricas en la Universidad de Birmingham, en Inglaterra.
En India, donde los gobiernos locales están en manos de una variedad de partidos, la coordinación es “realmente complicada”, dijo Shi. En ausencia de voluntad política, los intereses económicos ganan; Delhi está rodeada de regiones que son predominantemente hogar de agricultores y trabajadores manuales que priorizan las necesidades económicas.
Aunque se sabe que la contaminación del aire mata a más indios que otros factores de riesgo, los electores clasificaron la calidad del aire como su decimoséptima preocupación más urgente en una encuesta nacional antes de las elecciones de 2019, muy por detrás del empleo, la atención médica y la infraestructura.
En China, por el contrario, los residentes —particularmente una clase media en crecimiento— dieron a conocer su frustración incluso dentro del sistema autoritario. La alarma creció a medida que los estudios mostraron que la contaminación del aire contribuía a más de un millón de muertes prematuras en China cada año.
Los funcionarios de Delhi han tomado medidas limitadas. En los últimos años, la ciudad ha cerrado dos plantas de energía a carbón y requerido que las fábricas cambien a gas natural, y hay planes para incorporar ocho mil autobuses eléctricos para 2025, dijo un funcionario. Pero también se ha recurrido a soluciones más dudosas. Una tarde reciente, ventiladores gigantes instalados en la parte inferior de una “torre antismog” verde soplaban aire fresco y filtrado en el corazón de Delhi. Cerca de allí, una “pistola anti-smog” acoplada a un camión rociaba agua al aire.