Las misas en latín florecen en EE. UU.
sacerdotes se dieron la vuelta para ver de frente a la gente en las bancas.
Sin embargo, la misa en latín nunca desapareció por completo. De las 17 mil parroquias católicas en EE. UU., al menos 600 ofrecen la misa tradicional, más que en cualquier otro país.
El papa Francisco emitió nuevos límites estrictos a este rito el año pasado. Su antecesor, el papa Benedicto XVI, había ampliado el acceso a la vieja misa, pero Francisco la ha caracterizado como una fuente de división y dijo que está asociada con un rechazo general a los objetivos del Segundo Concilio Vaticano.
La división representa una lucha de poder en el liderazgo de la Iglesia.
Docenas de familias jóvenes y numerosas han acudido en tropel a St. Joseph desde que empezó a ofrecer con regularidad la misa en latín en 2016.
Una parroquia históricamente alemana con una edificación del siglo XIX que alguna vez luchó por permanecer abierta, ahora rebosa de feligreses.
La Misa Mayor inicia con agua bendita rociada por la nave e incluye humo de incienso y el sonido de campanas, un órgano tubular y cantos gregorianos.
Los varones tienden a usar traje y corbata, y la mayoría de las mujeres lleva falda y la cabeza cubierta con mantillas de encaje, una señal tradicional de humildad y femineidad.
Muchos defensores de la misa en latín buscan un regreso no solo a rituales antiguos, sino a viejos valores sociales y roles de género. Para ellos, lo arcano y lo riguroso no son barreras a la accesibilidad, sino atractivos que vinculan a los creyentes a un largo historial de claridad espiritual, que ellos ven como lo opuesto a la Iglesia moderna.
Aunque los católicos son políticamente diversos en EE. UU., el 63 por ciento que asiste a misa al menos una vez al mes apoyó a Donald Trump en las elecciones de 2020, comparado con 53 por ciento entre asistentes menos asiduos, de acuerdo con el Centro de Investigación Pew.
Sondeos informales han arrojado que los asistentes a la misa en latín tienen puntos de vista casi universalmente conservadores en temas como aborto y matrimonio gay.
Conservadores políticos y teológicos ven en la restricción del papa Francisco a la misa en latín tradicional una indiferencia preocupante por la ortodoxia en general. El Pontífice ha tratado de suavizar el enfoque de la Iglesia respecto de puntos de tensión como el aborto y la homosexualidad, y ha nombrado a mujeres a puestos históricamente importantes en operaciones de la Iglesia.
El documento de Francisco,
de 2021, limitó dónde y cuándo podía ser oficiada la antigua misa. La restricción ayudó a avivar lo que algunos llaman las “guerras litúrgicas”.
El conflicto es particularmente férreo en EE. UU., donde los conservadores dominan la conferencia episcopal y críticos y medios noticiosos prominentes a menudo cuestionan el liderazgo de Francisco.
En una conferencia en Pittsburgh, Pensilvania, este otoño, críticos presentaron tres “artículos de resistencia” contra el Vaticano y su liderazgo. Llamaron a
un acto de “discriminación religiosa contra los católicos tradicionales”.
Algunos obispos, entre ellos los de Chicago y Washington, han reducido drásticamente la disponibilidad de la misa en latín tradicional este año. Pero en Detroit, Alex Begin, un ejecutivo inmobiliario, capacita a sacerdotes en la liturgia y ayuda a parroquias que quieren empezar a ofrecer la misa.
En un recorrido reciente por Detroit, Begin apuntó a iglesias que habían comenzado a ofrecer la misa en latín, y algunas que planean hacerlo.
Ve el antagonismo del papa Francisco a la misa en latín como perjudicial para la unidad. “Vas a llevar a la gente a grupos disidentes”, afirmó.