Arrecifes soportan el calor en el Mar Rojo
SHARM EL-SHEIJ, Egipto — Es probable que la mayoría de los arrecifes de coral del mundo sufran graves daños en las próximas décadas si el planeta sigue calentándose al ritmo actual.
Pero los arrecifes de coral exageradamente coloridos en las aguas afuera del centro turístico egipcio de Sharm el-Sheij, en el Mar Rojo, donde se celebró recientemente la conferencia climática anual de las Naciones Unidas, son una anomalía: pueden tolerar el calor y tal vez incluso prosperar en él, convirtiéndolos en algunos de los únicos arrecifes del mundo que tienen posibilidades de sobrevivir al cambio climático.
Sin embargo, hay un límite a cuánto pueden resistir.
De acuerdo con los biólogos marinos, el turismo masivo en los centros turísticos costeros de Egipto, la pesca excesiva, el desarrollo excesivo, la contaminación, las fallas ocasionales en el sistema de alcantarillado, los sedimentos de la construcción y los derrames de crudo de buques petroleros o terminales los han puesto en riesgo.
“Si no es el último, este podría ser uno de los últimos refugios de coral en todo el mundo”, dijo Mahmoud Hanafy, profesor de biología marina en la Universidad del Canal de Suez, en Egipto. “La protección de este arrecife no es una responsabilidad nacional o una tarea nacional. Es una tarea global”.
La exquisita belleza de las más de 200 especies de coral que viven en las aguas cristalinas del norte del mar Rojo a temperaturas que pueden superar los 29 grados centígrados, ha convertido la zona en un paraíso para los buceadores.
Pero durante una inmersión reciente, algunos también vieron evidencia de factores estresantes locales. Alison Martin, una turista de Inglaterra, dijo que ella y su pareja se acercaron nadando a lo que pensó que era un grupo de medusas, y luego se dio cuenta con consternación de que se trataba de una variedad de bolsas de plástico, tazas para café y envolturas de chocolates. “Probablemente han pasado unos 10 años desde la última vez que buceamos aquí, y nunca habíamos visto algo así”, dijo.
Los arrecifes de coral ocupan menos del 0.1 por ciento del fondo del mar, pero brindan enormes beneficios ecológicos y económicos.
Alrededor del 25 por ciento de todas las especies marinas dependen de ellos en algún momento de su ciclo de vida, las ramas de piedra caliza de los corales protegen las costas de las tormentas y proporcionan una fuente de alimento y sustento para millones de personas.
Para proteger los arrecifes de coral y la actividad económica que sustentan, Egipto estableció un parque nacional de 479 kilómetros cuadrados e impuso restricciones al buceo. Aún así, la gran cantidad de desarrollo y la cantidad de turistas han pasado factura.
Los barcos turísticos suelen echar ancla directamente sobre los corales, y eso puede destruir dos metros cuadrados de coral cada vez. A partir de la década de 1990, un grupo ambientalista local trabajó con el gobierno para instalar más de cien boyas en las que se pueden amarrar las embarcaciones turísticas. Pero la falta de fondos y el exceso de burocracia gubernamental han dificultado el mantenimiento y la expansión.
En la mayor parte del resto del mundo, los corales pueden perder las algas de las que dependen —un proceso conocido como blanqueamiento— cuando las aguas se calientan entre 1 y 2 grados centígrados por encima de la temperatura alta normal en verano. Sin embargo, en el norte del Mar Rojo, los corales pueden soportar temperaturas de hasta 7 grados por encima del máximo de verano, dijo Maoz Fine, biólogo marino de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Pero agregó que los contaminantes como las aguas residuales, el petróleo y los pesticidas amenazan esa tolerancia.
Una teoría sobre por qué estos corales son tan resistentes sugiere que hace unos 10 mil años, después de la edad de hielo, las larvas de coral que entraban al Mar Rojo desde el Océano Índico tenían que atravesar una barrera de agua extremadamente cálida en la entrada sur del mar, el Estrecho Bab al-Mandeb.
Esta barrera filtró el coral que no podía soportar las altas temperaturas, dijo Eslam Osman, investigador de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdullah, en Arabia Saudita.