¿El aire puede ser combustible del futuro?
Si la aviación global alcanza la meta que adoptó el año pasado, un vuelo al otro lado del mundo en el 2050 resultará en dióxido de carbono “cero neto” para la atmósfera.
No hay garantía de que la industria pueda lograrlo, pero, como quiera que sea, las tecnologías que están siendo desarrolladas en pos del objetivo transformarán la aviación.
Antes de la pandemia, la aviación emitía unos mil millones de toneladas de dióxido de carbono al año, casi tanto como toda Sudamérica en el 2021. Las cifras están repuntando al tiempo que los pasajeros vuelven a volar.
No obstante, las aerolíneas grandes han prometido alcanzar emisiones neutras de carbono para el 2050, a más tardar. En una reunión de la agencia de las Naciones Unidas dedicada a la aviación civil, en octubre, delegados de 184 países adoptaron las emisiones neutras de carbono como “una meta aspiracional a largo plazo a escala global”.
Actualmente no existe alguna tecnología práctica lista para salir al mercado que pueda reducir drásticamente las emisiones de la aviación. Pero tecnologías nuevas están en proceso.
El combustible de aviación sustentable, o SAF (en inglés), es un tipo de biocombustible que por lo normal está hecho de aceite para cocinar usado y biomasa similar.
Durante su ciclo de vida, el SAF puede generar menos dióxido de carbono que la turbosina convencional, con la que puede ser combinada.
No obstante, la producción de SAF sigue siendo limitada y costosa, por lo que las aerolíneas proceden lentamente, mezclando pequeñas cantidades con su suministro existente de turbosina en ubicaciones selectas.
Sin embargo, no hay suficientes residuos de aceite para cocinar y biomasa para producir una cantidad de combustible que se acerque a la requerida por la aviación, dijo Andreas Schäfer, director del Laboratorio de Sistemas de Transporte Aéreo en el University College de Londres.
Científicos están explorando fuentes alternativas de carbono para SAF, como algas, desechos de jardín y desperdicios de comida. Pero quizás la fuente potencial más fascinante es el aire que respiramos.
Investigadores han desarrollado la tecnología para un proceso costoso, conocido como “energía a líquido”. Utiliza ventiladores enormes para retirar dióxido de carbono de la atmósfera, luego extraer el carbono de la molécula de dióxido de carbono antes de combinarla con hidrógeno producido de electrólisis de agua que se hace con energía renovable.
El resultado es un hidrocarburo que puede impulsar un avión.
Las innovaciones para los objetivos verdes de la aviación.
Otra innovación, un aeronave a hidrógeno, tiene retos significantes. El hidrógeno como un gas es demasiado voluminoso para ser almacenado en cantidades útiles en un avión, así que tiene que ser enfriado a 253 grados centígrados bajo cero, la temperatura a la que se condensa en líquido.
También se tendría que construir infraestructura criogénica para recarga y almacenamiento en aeropuertos. Los vuelos impulsados por energía eléctrica son otra opción baja en carbono. A raíz de las limitaciones actuales de las baterías con las que operan sus motores, las aeronaves totalmente eléctricas carecen de la energía para impulsar aviones grandes a través de largas distancias, pero podrían ofrecer una solución para aviones más pequeños que recorren rutas más cortas.