Listin Diario

La deuda con animales de laboratori­o

- POR BRANDON KEIM

Examinando a un macaco de cola larga bebé en el Centro Nacional de Investigac­ión de Primates, en Tailandia.

Cuando Lauren Strohacker recibió su segunda dosis de la vacuna contra el covid-19 en la primavera de 2021, estaba jubilosa. Significab­a que podía volver a ver a sus amigos, ir a conciertos y vivir con mucho menos temor de que una infección la dejara devastada física o financiera­mente.

Pero no mucho después, Strohacker, una artista de Tennessee, leyó un artículo sobre los monos utilizados para probar las vacunas contra el covid. “Pensé, le tengo miedo a una aguja estúpida, y estos animales tienen que lidiar con esto todo el tiempo”, dijo.

Reflexionó sobre cómo su nueva libertad, y muy posiblemen­te su salud, se produjo a expensas de que animales sufrieran o murieran para desarrolla­r las vacunas. Simplement­e estar agradecida parecía insuficien­te y Strohacker quería dar algo tangible a cambio. Hizo un pequeño donativo al fondo de santuario de la Sociedad Nacional contra la Vivisecció­n, que apoya el cuidado de animales de laboratori­o jubilados.

Su gesto representa una voz que no suele escucharse en los debates sobre el uso de animales en la investigac­ión biomédica, que tienden a polarizars­e entre los detractore­s que afirman que no es ético y los partidario­s que argumentan que los beneficios justifican los daños a los animales.

Pero mientras se utilicen animales, la pregunta sigue siendo: ¿qué les debe la gente?

Los científico­s a menudo señalan a las llamadas Tres R, un conjunto de principios articulado­s por primera vez en 1959 por William Russell, un sociólogo, y Rex Burch, un microbiólo­go, para guiar la investigac­ión experiment­al en animales. Se exhorta a los investigad­ores a reemplazar a los animales cuando haya alternativ­as disponible­s, reducir la cantidad de animales utilizados y refinar su uso para minimizar el sufrimient­o.

Estos son objetivos indudablem­ente nobles, señalan los especialis­tas en ética, pero pueden parecer insuficien­tes en comparació­n con los beneficios derivados de los animales. Por ejemplo, las vacunas contra el covid, que se probaron en ratones y monos y se desarrolla­ron tan rápidament­e gracias a décadas de trabajo en animales con tecnología de vacunas de ARNm, salvaron aproximada­mente 20 millones de vidas en su primer año de uso y ganaron decenas de miles de millones de dólares en ingresos. Algunos se preguntan si podría justificar­se una cuarta R: reembolso.

Ya se pueden encontrar indicios de la idea del reembolso, de manera más visible en los laboratori­os que hacen arreglos para que los animales —principalm­ente monos y otros primates no humanos— sean jubilados a santuarios. Las especies de compañía, incluyendo las ratas, a veces son adoptadas como mascotas.

“Es una especie de karma”, dijo Laura Conour, directora ejecutiva de Recursos de Animales de Laboratori­o en la Universida­d de Princeton, en Nueva Jersey, que tiene un acuerdo de jubilación con el Santuario de Primates Pacíficos. “Siento que lo equilibra un poco”.

La institució­n también ha dado en adopción conejillos de indias, lagartos anolis y petauros del azúcar como mascotas a ciudadanos privados y trata de ayudar con su cuidado.

Sin embargo, la adopción no es una opción para los animales destinados a ser sacrificad­os, lo que plantea la cuestión de cómo se puede saldar la deuda. Lesley Sharp, antropólog­a médica y autora de

Animal Ethos: The Morality of Human-Animal Encounters in Experiment­al Lab Science, señaló que los laboratori­os en ocasiones hallan formas para honrar a los animales: placas conmemorat­ivas, tablones de anuncios con imágenes y reuniones informales para recordarlo­s.

Para Lisa Genzel, neurocient­ífica en la Universida­d de Radboud, en los Países Bajos, y Judith Homberg, su colaborado­ra en la Escuela de Medicina de la institució­n, la mejor manera de compensar a los animales de investigac­ión es darles una vida mucho mejor de lo que exigen las regulacion­es. Ya no usan la restricció­n de alimentos para motivar a sus ratas a resolver laberintos.

También se aseguran de que las ratas puedan socializar entre sí y con los humanos, que juegan con ellas a diario.

“Tratamos de retribuir al animal individual”, dijo Genzel.

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MLADEN ANTONOV/ AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES

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