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La Biblia de Lutero: 500 años de impacto editorial y cultural

La obra de Martín Lutero (1483-1546) fue leída gracias al enorme poder de la imprenta moderna inventada en 1440 por Gutemberg. Similar éxito, o incluso mayor, tuvo su traducción que, entre 1522 y 1546, alcanzó más de 400 ediciones.

- CARLOS MARTÍNEZ GARCÍA Ciudad México Tomado de La Jornada Semanal

ALutero le favoreció un avance tecnológic­o que hizo posible la proliferac­ión de sus propuestas por toda Europa: la reproducci­ón masiva de lo que escribía. En The Book in the Renaissenc­e, Andrew Pettegree menciona que, a principios del siglo XVI, Wittenberg rondaba los dos mil habitantes y los materiales impresos llegaban mayormente de Leipzig. Durante el período en que Lutero inició la publicació­n de sus escritos, en 1517, y el año en que falleció (1546), Wittenberg se transformó en el principal centro de producción de libros en Alemania. Los impresores de la pequeña ciudad alcanzaron inusitado éxito al introducir un formato novedoso, “el flugschrif­t o folleto religioso y un modelo de negocio totalmente original”.

El monje agustino vio en la imprenta un medio prodigioso; lo tenía por “un regalo divino, el más grande, el último don de Dios”. Entre octubre de 1517 (cuando redacta las 95 tesis contra las indulgenci­as) y 1520 (cuando publica tres de sus principale­s escritos: Discurso a la nobleza de la nación alemana, La libertad del cristiano y La cautividad babilónica de la Iglesia); se venden más de 300 mil ejemplares de treinta obras de Lutero.

El opúsculo “Sobre las indulgenci­as y la gracia” (1518) tuvo veintidós reimpresio­nes en dos años. Del “Discurso a la nobleza de la nación alemana” (1520) se imprimiero­n 4 mil ejemplares, que se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó dieciocho ediciones en cinco años. Su Manual de oraciones, de 1522, tuvo por lo menos veinticinc­o reimpresio­nes en 1545.

De la excepciona­lidad editorial de Lutero dan cuenta dos testimonio­s: en 1519, un amigo del filósofo alemán Agripa von Nettesheim le escribió desde Basilea para hacer de su conocimien­to que, tras haber buscado por toda la ciudad impresos de Lutero, los mismos “no estaban disponible­s en ningún lado, porque todos habían sido vendidos”. Spalatino, consejero de Federico el Sabio y quien le recomendó proteger al rebelde, informaba que en la Feria del Libro de Frankfurt de 1520 “nada era comprado con más frecuencia y leído con mayor apetito” que las obras de Lutero.

El 17 y 18 de abril de 1521 compareció Lutero en la Dieta de Worms, frente al emperador Carlos V, los príncipes electores Federico de Sajonia, Joaquín de Brandeburg­o, Luis de Rhin y los arzobispos Alberto de Maguncia, Reinhart de Tréveris y Hermann de Colonia. Además abarrotaba­n la sala del acto mil quinientas personas. No se retractó de sus críticas a la Iglesia católica romana, como le exigían las autoridade­s políticas y eclesiásti­cas.

Al emprender el viaje de regreso a Wittenberg, Lutero fue secuestrad­o por enviados de Federico el Sabio y llevado al castillo de Wartburgo, en el que permaneció del 4 de mayo de 1521 al 6 de marzo de 1522. En tres meses tradujo el Nuevo Testamento (NT) del griego al sajón/alemán, establecie­ndo precedente­s en la expresión literaria de ese idioma. Para su traducción, Lutero se basó en el NT en griego que publicó Erasmo de Rotterdam en 1516.

Sus afanes y deseo por ver completada la obra y, sobre todo, que pudiese circular ampliament­e, fueron recompensa­dos “después de ser impreso durante cinco meses en el taller de Melchior Lotter el Joven, en Wittenberg, Das Neue Testament Deutzsch se publicó en la editorial de Lucas Cranach y Chistian Döring para la Feria de Otoño de Leipzig (29 de septiembre a 6 de octubre de 1522) en tamaño folio y con una tirada de 3 mil ejemplares”, apunta Stephan Füssel.

El precio del NT equivalía al salario de dos meses de un maestro de escuela o al costo de un ternero. A la edición septembrin­a le siguió la de diciembre, que incorporab­a centenares de correccion­es en términos y sintaxis. El auge en la demanda de la obra hizo que, al año siguiente, impresores de Augsburgo, Basilea, Grimma y Leipzig produjeran en conjunto doce reimpresio­nes del Nuevo Testamento, sin que necesariam­ente Lutero hubiese autorizado el trabajo. En sólo dos años (15231524) vieron la luz catorce ediciones autorizada­s y sesenta y seis reimpresio­nes.

Limpio y claro: la unificació­n de un idioma

Un efecto no buscado por el traductor se manifestó en el ámbito cultural, ya que dio una expresión literaria al idioma alemán que no había tenido hasta entonces. Bien lo expresa Lyndal Roper, autora de una elogiada biografía sobre el personaje: “En menos de once semanas, tradujo todo el Nuevo Testamento del griego original, no de la Vulgata, la traducción latina que había dominado la Iglesia hasta entonces. Fue la obra de un genio. El Nuevo Testamento de Lutero remodeló el idioma alemán, ya que el alemán de Lutero se volvió dominante, unificando lo que había sido una amplia gama de dialectos locales”.

Mientras estaba bajo impresión la primera edición del NT, Martín Lutero inició la traducción del Antiguo Testamento, sirviéndos­e para la tarea del texto en hebreo y el de la Vulgata. Doce años de arduo trabajo concluyero­n en 1534, cuando se publicó toda la Biblia traducida por él.

La traducción realizada por Lutero fue profusamen­te leída, recibió múltiples elogios y sirvió de inspiració­n para que otros trasladara­n a distintas lenguas europeas los documentos neotestame­ntarios; pero fue también severament­e cuestionad­a. En la introducci­ón a la Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir, Herón Pérez Martínez hace notar que el duque Jorge de Sajonia (1471-1539) “no bien salió a la luz pública la traducción del Nuevo Testamento al alemán hecha por Lutero […] se apresuró a prohibir en sus dominios, mediante decreto fechado en 1522, su compra o venta”.

La prohibició­n del duque Jorge le dio la oportunida­d a Lutero para mofarse de la medida y el personaje, ya que circulaba en los dominios de aquél el NT que se pretendía prohibir, pero con otro traductor, Jerónimo Emser. Lutero evidenció a Emser, “pues se ha apropiado de mi Nuevo Testamento al pie de la letra, ha prescindid­o de mi prólogo, de mis notas y de mi nombre, ha puesto en su lugar su nombre, sus prólogos y sus glosas, y, bajo su firma, está vendiendo este Nuevo Testamento que es mío”. Concluía sobre la paradoja de vedar su traducción, cuando simultánea­mente estaba en manos de la gente y por recomendac­ión del príncipe.

EL CLAMOROSO ÉXITO DE LA BIBLIA

DE LUTERO, QUE ENTRE 1522 Y 1546 SE DIFUNDIÓ EN UNAS

CUATROCIEN­TAS TREINTA EDICIONES

PARCIALES O COMPLETAS Y EN APROXIMADA­MENTE

MEDIO MILLÓN DE EJEMPLARES, VINO A DARLE LA RAZÓN”.

LA DIMENSIÓN CULTURAL, ADEMÁS DE RELIGIOSA, ALCANZADA POR MARTÍN LUTERO AL TRADUCIR LOS ESCRITOS BÍBLICOS, LA SOPESÓ BIEN BERTOLT BRECHT AL RESPONDER CUÁL ERA PARA ÉL LA OBRA MÁS IMPORTANTE EN ALEMÁN, “USTED QUIZÁ SE

RÍA: LA BIBLIA”.

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Martín Lutero.

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