Listin Diario

Negro, protector de las tortugas en la isla Saona

Éxito. Cinco hembras anidaban en la isla cuando comenzó el programa, ahora lo hacen 106.

- YANIRIS LÓPEZ yaniris.lopez@listindiar­io.com Mano Juan, isla Saona

Su nombre es Pelagio Paulino pero todos lo conocen como Negro, “el papá de las tortugas de la isla Saona”, el hombre que pasó de consumir sus huevos y carne a protegerla­s del comercio ilegal y promover su conservaci­ón.

Se ha dedicado a ello de tal forma que el trabajo que realiza aquí desde hace unos 20 años lo han convertido en un líder comunitari­o y en una referencia local en conservaci­ón de la biodiversi­dad.

¿Cómo nació su interés por la protección de los quelonios?

Negro nació en Anamuya, un campo de Higüey, municipio cabecera de la provincia La Altagracia.

Luego de probar con la desabollad­ura, un amigo lo convenció para que lo acompañara a pescar, ofició que adoptó y que lo llevó hace 36 años a Mano Juan cuando, debido al mal tiempo, el bote en el que pescaban se dañó y debieron permanecer 10 días en el pueblito costero de la isla adyacente más grande de República Dominicana.

Allí, además de la pesca, se dedicó también a la apicultura.

“Toda la vida he sido pescador. Hay dos cosas que no las olvido, dos cosas que no me separo de ellas: la pesca y las abejas. Son parte de mi cuerpo”, dice Negro.

Hasta que llegaron las tortugas. Porque la isla donde se asentó Negro, que forma parte del Parque Nacional Cotubanamá, es uno de los puntos de anidamient­o de tortugas más importante­s de La Española.

Todo comenzó hacia 2003 por iniciativa propia, mientras en el pueblo buscaban solución a la disminució­n y baja calidad de los huevos, carne, patas y caparazón de tortugas, productos que se vendían como parte de un comercio que, según Negro, siempre se consideró legal en la islita.

Como una de sus normas de vida es buscar soluciones donde muchos ven problemas,

Negro alertó que esto ocurría porque, debido al mismo comercio, estaban desapareci­endo los ejemplares adultos.

Así que se dedicó a vigilar las playas donde anidaban las tortugas, a cuidar los nidos, a conocer más sobre ellas, “a voltear la cosa”.

Y pronto se pasó al lado de la conservaci­ón, “porque siempre he tenido algo de conocimien­to” y sabía que “el mundo necesita de las tortugas”. No tardaron en llamarlo loco, en pensar que había perdido la mente.

“Pero nunca me detuve. Casi tres años después vinieron los biólogos y comencé a nutrirme la mente”.

Se refiere al apoyo que recibió esos primeros años de los biólogos de la Universida­d de Valencia (llegaron para hacer sondeos), del Intec y de la bióloga dominicana Yolanda León y el Grupo Jaragua. El resto es historia.

¿Qué hace Negro?

Tres especies anidan en Saona: la carey (Eretmochel­ys imbricata), la verde (Chelonia mydas) y la tinglar (Dermochely­s coriácea).

Negro vigila los 110 kilómetros cuadrados de la isla y de manera especial el litoral sur, donde están los principale­s anidamient­os. Visita los puntos de interés, sobre todo durante la noche.

Si un nido queda dentro de una laguna, en alguna playa muy visitada por turistas o locales; en pantanales o cualquier lugar que al subir la marea pueda humedecerl­o o mojarlo, o en caminos donde los huevos puedan ser robados, Negro toma los huevos y los lleva a un centro de anidación que funciona a un costado de su casa, cuidando de ellos entre dos o tres meses, hasta que nacen los neonatos.

“Traemos los huevos para acá, los ponemos en esas neveras

o hieleras. Hemos hecho un nido de mentira con la intención de que la gente sepa cuál es la condición en la que se colocan los huevos; como están en la playa se colocan acá”.

A los tres o cuatro días de nacidos, los neonatos son devueltos a las playas donde anidaron sus mamás. Los nidos que no corren peligro los dejan en la playa “pero le damos seguimient­o”, explica Negro.

¿Logros a la fecha?

“Estamos logrando que hasta el 95 por ciento (de los neonatos) llegue hasta el agua”, comenta.

Las tortugas anidan cada dos años. “Cuando iniciamos el programa solo teníamos 5 hembras que anidaban en la isla entera; hoy ya tenemos 106”, sonríe Negro al dar la cifra del último conteo realizado en diciembre.

“Sacamos notas para saber dónde vamos a ir visitando y en qué fecha lo vamos haciendo”.

¿Su mayor emoción? Ver a la mamá regresar.

“Hemos colocado transmisor­es y hemos visto a la distancia a dónde van. Cuando esperas dos años y la ves, ahí es que la vida te cambia. Ha habido momentos en que la emoción no te permite ni siquiera saber qué siente el cuerpo en ese momento, porque es tan sorprenden­te lo que sientes…”

Negro confiesa que gracias a estos trabajos y a los talleres de educación con los niños de la escuela local, el consumo y depredació­n de tortugas en la isla ha cambiado en más de un 95 por ciento.

“Sigue siendo un problema –admite-. La gente no cambia de repente, o no cambia todo, pero sí cambia mucho y se concientiz­a”.

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 ?? YANIRIS LÓPEZ E ISTOCK ?? Negro compartió su historia con periodista­s que participar­on en el taller de periodismo ambiental “De los medios al medio ambiente”, realizado del 8 al 11 de marzo en Bayahíbe con el auspicio del Consorcio Energético Punta-Cana Macao (CEPM) y la Red Nacional de Apoyo Empresaria­l para la Protección Ambiental (Ecored).
YANIRIS LÓPEZ E ISTOCK Negro compartió su historia con periodista­s que participar­on en el taller de periodismo ambiental “De los medios al medio ambiente”, realizado del 8 al 11 de marzo en Bayahíbe con el auspicio del Consorcio Energético Punta-Cana Macao (CEPM) y la Red Nacional de Apoyo Empresaria­l para la Protección Ambiental (Ecored).
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“Las tortugas siempre han sido un gran comercio”, dice Negro, pero apuesta a la educación para seguir mejorando.

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