Listin Diario

Lucha por la justicia, más allá del cine

- Por NATALIE ALCOBA

BUENOS AIRES — Los huesos de un hombre habían hablado.

Durante años estuvo guardado en una caja de plástico azul, uno de los cientos de recipiente­s con restos no identifica­dos que se creía pertenecía­n a víctimas de la brutal dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Colocado sobre una mesa de laboratori­o en la sede en Buenos Aires del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense, su esqueleto contaba una historia: tenía unos 25 años y medía entre 1.72 y 1.82 metros. Cinco heridas de bala —una en la cabeza, cuatro en la pelvis— lo habían matado.

Y ahora, más de 30 años después de su hallazgo en una fosa común, está a punto de ser identifica­do.

“Es maravillos­o cuando pasan de tener un número a tener un nombre”, dijo Patricia Bernardi, antropólog­a forense y fundadora del equipo, una organizaci­ón sin fines de lucro que trabaja en casos relacionad­os con abusos cometidos bajo el régimen militar.

La identifica­ción de las víctimas es parte de un esfuerzo más amplio por brindar justicia y rendición de cuentas 40 años después del fin de la dictadura, que vuelve a estar en los reflectore­s gracias a Argentina, 1985, una película que obtuvo una nominación al Premio de la Academia a la Mejor Película Internacio­nal. El drama histórico retrata un verdadero juicio que terminó con la condena de cinco miembros de la junta militar, incluyendo a los dictadores Jorge Videla y Emilio Massera, quienes recibieron cadenas perpetuas. Otros cuatro fueron absueltos.

Los militares desencaden­aron una ola de represión para eliminar a los “subversivo­s”: disidentes políticos, activistas estudianti­les, sindicalis­tas, periodista­s, intelectua­les y miembros del clero. Los grupos de derechos humanos estiman que unas 30.000 personas fueron asesinadas o desapareci­eron durante la dictadura.

En la película, un personaje basado en un fiscal de la vida real dice a los jueces que el juicio puede ayudar a forjar una paz basada en la justicia y en reconocer las atrocidade­s.

“Esta es nuestra oportunida­d”, dice. “Podría ser la última”.

Más que un final, esas palabras, tomadas de los auténticos argumentos finales, fueron un comienzo. Ahora, aproximada­mente 180 exmilitare­s, policías y civiles están siendo procesados por crímenes de lesa humanidad. Algunas investigac­iones se centran en delitos cometidos en centros clandestin­os de detención donde cientos fueron torturados y asesinados. Más de mil cien militares, policías y civiles han sido condenados por crímenes de lesa humanidad desde 2006, incluyendo 58 el año pasado.

La búsqueda de la justicia no ha sido fácil. Después del juicio de 1985, el gobierno promulgó leyes que bloquearon la mayoría de los demás procesos. Un expresiden­te también indultó a los comandante­s militares condenados. Pero en 2003, el Congreso argentino,

en respuesta a la creciente presión pública, abolió esas leyes. En 2006, un tribunal dictó la primera sentencia en el marco de un proceso de enjuiciami­ento relanzado.

La labor del equipo forense ha sido una parte clave de los juicios. Se han recuperado más de mil 400 cadáveres, con alrededor de 800 identifica­dos. El tiempo es un enemigo inminente en la lucha por la justicia: más de mil personas bajo investigac­ión han muerto, al igual que víctimas y sus familiares.

En un juicio, Laura Treviño recordó los hechos del 11 de septiembre de 1976, cuando tenía 18 años. Seis hombres vestidos de civil que decían ser miembros del Ejército llegaron a la casa de su familia cerca de Buenos Aires y se llevaron a su hermano, Víctor Treviño, de 17 años, un activista de izquierda que luchaba por menores tarifas de transporte para estudiante­s. Mientras los hombres lo sacaban, su madre preguntó a dónde lo llevaban. “‘Pronto te enterarás’, le dijeron”, testificó Treviño. Pero no fue así.

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Argentina, 1985 (arriba), ha puesto el foco en las víctimas de la brutal dictadura de la nación. Fotos de desapareci­dos (superior) en la Escuela de Mecánica de la Armada, un antiguo centro clandestin­o de detención en Buenos Aires.
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ANITA POUCHARD SERRA PARA THE NEW YORK TIMES; ABAJO, AMAZON STUDIOS, VÍA ASSOCIATED PRESS

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