Los cárteles tienen una regla tácita
Los cinco hombres quedaron postrados en la acera frente a la camioneta negra, con las camisas sobre la cabeza y las manos atadas extendidas ante ellos, casi como un gesto de súplica.
El mensaje escrito a mano y dejado en el parabrisas de la camioneta se leía como una disculpa formal, aunque escalofriante: el Grupo Escorpión del Cártel del Golfo lamentaba que sus integrantes dispararan y mataran accidentalmente a dos estadounidenses y a una transeúnte mexicana, mientras secuestraban a otros dos ciudadanos estadounidenses. Los hombres fueron entregados a las autoridades, para enmendar una situación que perturbaba la paz. El 10 de marzo, una fiscalía en México acusó a los cinco hombres en relación con el secuestro y los asesinatos.
Aunque los cárteles de la drogamexicanos prosperan en un vacío de ley y orden, existe una regla tácita que muchos integrantes de los grupos delictivos organizados suelen no transgredir: no tocar a los estadounidenses. Estados Unidos se toma en serio los ataques a sus ciudadanos, y la respuesta a tal violencia, en ambos lados de la frontera, puede ser desastrosa para un cártel.
“Cuando los ciudadanos estadounidenses son atacados, el gobierno de EUA ejerce presión, involucran a sus agencias de seguridad y luego comienzan a presionar a México para que actúe”, dijo Cecilia Farfán Méndez, investigadora de seguridad en México en la Universidad de California, en San Diego.
Los cárteles a menudo pueden superar en armas a las autoridades mexicanas o simplemente comprar su cooperación, pero saben que incitar al gobierno de EUA para que actúe puede obstaculizar su capacidad para operar. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, asumió el cargo con la promesa de implementar un nuevo enfoque para enfrentar la violencia: evitar la confrontación directa con los grupos criminales, y más bien abordar las causas profundas de la criminalidad, como la corrupción y la pobreza. Pero su estrategia, que resumió con la frase, “abrazos, no balazos”, ha hecho poco para controlar los grandes niveles de violencia o limitar el poder de los cárteles que trafican drogas y migrantes.
En muchas comunidades, los mexicanos viven con miedo a los grupos criminales. Y aunque los cárteles evitan atacar a los estadounidenses, su modelo de negocios se basa en enviar narcóticos al norte, lo que ha contribuido a impulsar una epidemia de muertes por drogas en Estados Unidos.
El gobierno de Biden ha sido recuente a criticar abiertamente a López Obrador, temeroso de perder su cooperación en materia de migración. Pero el ataque del 3 de marzo contra cuatro estadounidenses aumentó la presión para hacer más. Además, los republicanos lanzaron propuestas para autorizar a las fuerzas militares de EUA a enfrentar a los cárteles.
Los funcionarios mexicanos exigieron que el gobierno de EUA respete su soberanía, pero desplegaron cientos de fuerzas de seguridad mexicanas adicionales en Matamoros, el escenario del ataque. En gran medida los grupos criminales no han actuado contra estadounidenses desde el secuestro, la tortura y el asesinato en 1985 de Enrique Camarena, un agente de la Administración de Control de Drogas que había afectado las operaciones del cártel. En su búsqueda de justicia, la DEA lanzó la Operación Leyenda, que reveló que las autoridades mexicanas habían encubierto el asesinato y destruido pruebas. La operación condujo al arresto de miembros del cártel y obligó a otros a esconderse. El mensaje era claro: atacar a los agentes estadounidenses tendría consecuencias de gran alcance para los delincuentes. Con el tiempo, los cárteles aprendieron que incluso matar por error a ciudadanos estadounidenses podría ser costoso.
En 2019, un grupo del crimen organizado disparó contra estadounidenses y mexicanos que conducían por Sonora y mataron a tres mujeres y seis niños, que formaban parte de una comunidad mormona que vivía en el país. Posteriormente, varias personas fueron arrestadas, entre ellas un jefe policial mexicano. El gobierno mexicano afirmó que el ataque podría haber sido un caso de identidad equivocada y relacionado con un conflicto entre dos grupos criminales, que compiten por el control. Se dijo que las autoridades mexicanas estaban considerando una explicación similar para el secuestro y asesinato de los estadounidenses en Matamoros.
Quienes viven en Matamoros, que forma parte del estado de Tamaulipas, dicen que lo que les sucedió a los estadounidenses es lo que enfrentan todos los días, pero lo que hizo que este caso fuera distinto, según ellos, fue la atención que suscitó la nacionalidad de las víctimas.
“¿Quién está hablando de la mujer que murió aquí?”, indicó Alberto Salinas, dueño de una casa cerca de la escena donde ocurrió el ataque, refiriéndose a la mexicana asesinada.
Si bien los mexicanos a menudo han encontrado cartas con cadáveres, la nota reciente fue inusual porque los cinco hombres que la acompañaban estaban vivos. Dejar a los hombres con vida podría haber sido para que dieran declaraciones, que respaldaran la versión de que el cártel no ordenó el ataque.