La viuda de Mussolini en la miseria
La viuda del ‘Duce’ tenía 88 años y llevaba décadas alejada del lujo que había conocido en sus años como primera dama del primer gobierno fascista de la historia.
La viuda del ‘Duce’ tenía 88 años y llevaba décadas alejada del lujo que había conocido en sus años como primera dama del primer gobierno fascista de la historia. «Aunque un día compartió el boato y la magnificencia de su marido, aunque no sus sentimientos, se encuentra con una más que difícil situación económica en su vejez. Sus esperanzas de subsistencia estaban puestas en la pensión solicitada al Gobierno italiano, pero todo se ha venido abajo con la negativa a conceder una sola lira a la viuda del dictador», informaba la noticia.
Rachele Guidi, según su nombre de soltera, se había casado con Benito Musolini con 1915, cuando ella tenía 25 años y el fascismo no era más que una vaga idea en la cabeza de su querido Benito.
Al terminar la Primera Guerra Mundial, sin embargo, vivió el ascenso son parangón de este en la historia de Europa. En las elecciones de 1919, solo obtuvo 5.000 votos de los 270.000 de Milán, la ciudad por la que se presentó, y no consiguió ser elegido diputado. Los socialistas obtuvieron 40 veces más votos.
En ese momento decidió aprovechar el cabreo de la sociedad italiana ante la gran crisis económica que padecía el país y comenzó a hacer uso de la violencia. Ese mismo año fundó los Fasci Italiani di Combattimento, un grupo armado que constituyó el germen inicial del futuro Partido Nacional Fascista, el cual fundó en noviembre de 1921. Todo ello, con su amada Rachele caminando a su lado como una espectadora de lujo y viendo como el número de fascistas, y de muertos por los enfrentamientos en las calles, se multiplicaba.
La Marcha sobre Roma
En las siguientes elecciones generales, el 15 de mayo de 1921, logró 35 diputados. Su influencia siguió aumentando hasta que el Rey Víctor Manuel III se vio obligado a nombrarlo jefe de Gobierno tras la violenta y famosa Marcha sobre Roma, que puso fin al sistema parlamentario e instauró su nuevo régimen. Rachele, a sus 32 años, se convertía en la primera dama de Italia, pero no en la única mujer del dictador italiano. Según le contó su propio chófer, Quinto Navarra, al historiador Carlos Berbell, autor de ‘Las amantes más influyentes de la historia’, el “Duce mantuvo relaciones sexuales con entre 600 y 700 mujeres desde 1922.
En “Dictadoras: las mumeres de los hombres más despiadados de la historia”, Rosa Montero aseguraba por su parte que, cuando se conocieron, Rachele le confesó a Mussolini que no había tenido sexo con ningún hombre y este, sin pensárselo dos veces, la forzó sobre una butaca. A partir de ese momento dio rienda suelta a sus más bajos instintos y la alcoba se convirtió en un asunto de estado. La periodista y Berbell coinciden en que su etapa más promiscua fue cuando ya era jefe del Gobierno, ante la cual su mujer hizo siempre la vista gorda.
De hecho siempre habló bien de su marido, incluso cuando este ya había muerto. Ella misma confesó en ‘Mussolini sin máscara’, publicado en 1976, que tres años antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial le pidió que dejara la política por el miedo a que le pasara algo. De haberle hecho caso, no habría caído en desgracia tras su alianza con Hitler, tampoco habría sido ejecutado por un grupo de partisanos italianos y su mujer habría tenido una vida mucho mejor después de la Segunda Guerra Mundial, sin las penurias económicas que tuvo que padecer hasta su muerte en 1979.
El paseo
La conversación se produjo produjo cuando el matrimonio se encontraba descansando en su residencia de verano, Rocca delle Caminate, en la costa noreste de Italia, una tarde de mayo de 1936. «Fue allí donde tuve la ocasión de decírselo a la vuelta de un largo paseo en automóvil por la campaña romana. Nadie nos acompañaba: ni el secretario, ni el prefecto ni los policías del servicio de seguridad», recordaba la esposa del ‘Duce’. En ese momento, le sacó el tema:
—Rachele: Acuérdate de Napoleón, Benito, tú que tanto le admiras. Era poderoso, reinaba como dueño absoluto sobre Europa e, incluso, más allá. Pero, ¿qué hizo? Tras las victorias buscó más victorias. Tras las conquistas, quiso extender más su imperio. ¿Y qué le ocurrió, Benito? Lo perdió todo. Todo se derrumbó bajo sus pies. No hagas como él».
—Mussolini: ¿Qué quieres que haga? ¿Que dimita? ¿Que me dedique a la cría de gallinas en Romaña? ¡No hablas en serio, Rachele!
—Rachele: No, no quiero que críes gallinas, quiero que te detengas a tiempo, que entres en la historia… ¡pero en vida! Quiero también que consagres diez o quince años de tu vida a tu mujer y a tus hijos, después de haberle dado treinta a la política.
Tras la Segunda Guerra Mundial Como es sabido, Mussolini no hizo caso a su esposa y acabó lanzándose al abismo de la guerra para perderlo todo, incluso su propia vida. Rachele, que durante esos años
RACHELE TENÍA QUE VIVIR. FORMULÓ UNA INSTANCIA Y SOLICITÓ
UNA PENSIÓN DE ESTADO COMO VIUDA DE UN FUNCIONARIO CON MÁS DE VEINTE AÑOS DE SERVICIO. TRANSFORMÓ SU CHALET DE VILLA CARPENA EN UN RESTAURANTE.
se había retratado como una madre y ama de casa ejemplar del fescismo, fiel a su marido, tuvo la suerte de no encontrarse con este y la amante Clara Petacci cuando fueron fusilados por los partisanos. La señora Mussolini huyó de Italia, pero antes de que finalizara 1945, fue arrestada en Suiza. Luego se alió con los estadounidenses y fue liberada varios meses después.
«Si es difícil vivir de recuerdos no gratos, más difícil resulta comer de ellos. Quizá Rachele Mussolini se vea ahora obligada a recurrir a sus hijos para que le echen una mano. De cualquier forma, triste y lógico final para la mujer que aún conserva el apellido de uno de los dictadores más grandes de este siglo», añadía ABC en su pequeña nota de 1978. No era esta la primera noticia que se daba de la antigua primera dama. En los últimos años, este diario había ido informando de las pequeñas aventuras empresariales y las dificultades que había padecido desde el final de la guerra.
‘Rachelle Mussolini ha puesto un restaurante’ y ‘Usted puede ser huésped de la viuda de Mussolini’, decían dos titulares de 1964. En la última noticia se detallaba: «En una antigua casa de corte campesino, restaurada y amueblada con gusto, la viuda de Mussolini atiende a sus clientes y les regala el gusto con una comida típica y sabrosa. La especialidad es, cómo no, espaguetis y un guiso de pollo llamado ‘Petto di Pollo a la Sophia’ en homenaje a la Loren, cuñada, como es sabido, de su hijo Romano»
‘Una pensión que no llega’
Tres años después las noticias no eran muy esperanzadoras. Aunque el resturante iba «tirando», la viuda seguía necesitando ingresos para llevar una vida normal, a juzgar por las noticias que este diario daba a mediados de la década de 1960. ‘Rachele Mussolini: una pensión que no llega’, anunciaba otro titular tres años después, que explicaba a continuación lo que le había ocurrido en las décadas anteriores:
«Hace diez años que la viuda de Mussolini espera una carta de Roma que, al menos, acuse recibo de sus repetidas instancias. Hace diez años que recibió en la isla de Ischia una comunicación del Gobierno, pero aquel escrito no hablaba para nada de problemas económicos. Sencillamente se le comunicaba el fin del confinamiento que había padecido desde el final de la guerra. Rachele tenía que vivir. Inmediatamente formuló una instancia y solicitó una pensión de Estado como viuda de un funcionario con más de veinte años de servicio. En tanto, intentó rehacer su vida y transformó su chalet de Villa Carpena en un restaurante. Viejas glorias del antiguo régimen, casi todos escapados providencialmente de las metralletas guerrilleras, se encargaron de dar fama al establecimiento. El negocio, con el atractivo principal de la duela, ha ido tirando».
En 1975, finalmente, recibió una pensión de la República, pero era muy baja. Al parecer, como supuestamente Mussolini no había recibido ninguna remuneración del Estado propiamente dicho y, por tanto, no tenía beneficios como contribuyente, la que había sido su esposa durante treinta años no podía recibir la pensión que ella creía que merecía como cónyuge del jefe de Estado. La cuantía fue de 600.000 liras mensuales, el equivalente al salario mínimo de un empleado. Rachele murió en la localidad de Forli a los 89 años.