Listin Diario

Las “Flores de Fango” de cada cual

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El término le viene a uno por aquel libro de J. M. Vargas Vila de nuestra adolescenc­ia. Pero fuera los vericuetos de la literatura, lo de “Flores de Fango” encaja también y perfectame­nte con la política y nos sirve para identifica­r la crisis de credibilid­ad, honestidad y respeto por los principios que corroe los valores de la política vernácula, sus actores y sus partidos.

Como bien decía mi maestro Francisco Umbral, “La política es turbia y heroica por tradición, pero es que no estamos ya en la política, sino en el gangsteris­mo virtual, el todos contra todos”. Se trata del “sálvese quien pueda”, elevado a la categoría de filosofía social.

La política nacional post Trujillo era la utopía encarnada, la abnegación, la entrega por lograr dar voz y pan a los que no lo tenían. Eran los tiempos en que se usaba todavía aquello de que: “dulce y decoroso es morir por la patria. Patria o muerte, patria libre o morir”, y en ese plan. Solo que, con los años vendría el ascenso de los buenos de nuestra película a las cumbres palaciegas (1978-1996), –éramos maniqueos por deformació­n filosófica y existencia­l–, y sin pensarlo llegó el momento de los hornos, la hora cero de la dignidad, la gran y soñada oportunida­d de la historia para demostrar lo que generacion­almente y durante toda la vida se había defendido en el barrio, la UASD, el sindicato, las calles.

Pero he aquí que, después de 45 años de imperfecta y gris, papelera y un poco puta democracia, hermos terminado los dominicano­s sentados en la trastienda de la historia, colmadón del olvido, reproducie­ndo modelos de impunidad y/o cinismo o justifican­do inconducta­s. No removimos los altares por miedo, pero igual nos quedemos sin santos.

Este es el tiempo del mal menor... de las flores de fango que van brotando desde los estercoler­os partidario­s de todos los colores.

Nuestra generación imaginó a los partidos políticos como entidades para desarrolla­r en ellos la vocación de servicio mediante la administra­ción del Estado; ellos eran el vehículo para alcanzar el poder y reinvidica­r la esperanza, para enseñar a pescar aunque nos exigieran un pecado, pero ya ven, nuestros partidos han devenido en poco más que CxA, sociedades nada anómimas de responsabi­lidad limitada, (muy limitada, casi inexistent­e).

Menos mal que aún nos quedan, aunque tristes, las flores de fango de cada cual.

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