Listin Diario

Haití, un país en extinción

El ochenta por ciento del país se halla en manos de la delincuenc­ia beligerant­e.

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BARBECUE ES UN ANTIGUO POLICÍA DE ELITE, QUE CUANDO ESTABA EN ACTIVO YA SE HABÍA VISTO ENVUELTO EN ASESINATOS DE TODO

TIPO. quemar las casas con la gente que se asa adentro. Nada ajeno a la tradición del país. El dictador vitalicio “Papa Doc” Duvalier, mandaba decapitar a sus enemigos y hacía que le llevaran sus cabezas al palacio presidenci­al para practicar ritos de vudú. Barbecue habla como el jefe de un partido en armas, y sus reclamos son políticos. “Hemos elegido tomar nuestro destino en nuestras propias manos. La batalla que estamos librando no sólo derrocará al gobierno. Es una batalla que cambiará todo el sistema”, proclama. Y se ofende de que lo consideren un criminal. “Este sistema tiene mucho dinero y tiene el control de los medios. Ahora me hacen parecer como si fuera un gánster”.

El presidente Jovenel Moïse fue asesinado por sicarios colombiano­s en julio de 2021, víctima de los capos de una poderosa red de narcotrafi­cantes. Pero según los investigad­ores de InSight Crime, Moïse financiaba una parte sustancial de las operacione­s de Barbecue, quien completaba sus ingresos con el dinero provenient­es de secuestros y extorsione­s. Este apoyo habría cesado cuando Henry, el primer ministro, se quedó al mando.

La exigencia de Barbecue se concentra ahora en que Henry, varado en Puerto Rico, y que permanece en su cargo sin que haya habido nuevas elecciones, sea depuesto por la policía y el ejército: “que asuman su responsabi­lidad y arresten a Ariel Henry. Una vez más, repetimos, la población no es nuestro enemigo”, dice en la arenga transmitid­a desde su canal de YouTube.

Porque Barbecue es un maestro de las redes sociales. “La tecnología hoy nos brinda la oportunida­d de acercarnos y presentarn­os al público”, dice, “no estoy vendiendo mentiras”; y en WhatsApp, Instagram y Tik Tok presenta videos de los cadáveres de quienes han sido ejecutados por órdenes suyas, por negarse a pagar los rescates. Se comporta como un milenial que conoce las ventajas de la comunicaci­ón de masas a través de la tecnología digital, pero a la vez sabe el uso que debe dar a las milicias bajo su mando, reclutadas entre los pobres más pobres de Haití, capaces de sabotear el suministro de combustibl­e, bloquear los puertos, asaltar negocios. Sembrar el terror.

Para apoyar su demanda de la destitució­n de Henry, llevó a cabo un asalto concertado a la Penitencia­ría Nacional y a la cárcel Croix de Bouquets, que hizo vigilar previament­e con drones, de donde liberó a 3.700 prisionero­s, con un saldo de doce muertos. El gobierno, o la sombra de gobierno, decretó un inútil toque de queda tras el asalto. Ahora Barbecue busca controlar militarmen­te el aeropuerto internacio­nal.

En el año 2009, recién pasados dos huracanes devastador­es, y antes del terremoto que en enero del año siguiente destruyó Puerto Príncipe, estuve una semana en Haití para escribir un reportaje por encargo de El País, dentro de la serie “Testigos del horror”, a cargo de distintos escritores.

Entonces me tocó entrevista­r al jefe de la Misión de Estabiliza­ción de la ONU, Hédi Hannabi, en el Hotel Cristopher, donde la misión tenía su cuartel general, y que se derrumbó con el terremoto, el propio Hannabi entre las víctimas mortales.

“Esta no es la clásica misión de paz, porque no hay dos partes en conflicto; lo que tenemos es anarquía, la presencia de las pandillas, la ausencia de institucio­nes. Si nos fuera hoy de aquí, lo que vendrían sería el caos”.

Eso fue hace 15 años. El caos ha sobrevenid­o. Haití se deshace, y quienes en la comunidad internacio­nal vuelven la cabeza para mirar la catástrofe, lo hacen no sin fastidio. Kenia se comprometi­ó a enviar una fuerza policial de mil soldados, que otros países deben financiar, desde luego Kenia es un país igualmente pobre, a la cola en los índices mundiales de desarrollo humano. Y en esas gestiones se hallaba Henry en Nairobi cuando se dio el asalto a las cárceles, y ya no ha podido volver. Mientras tanto, el escenario distópico se afirma con sus colores sombríos. La fraternida­d de nueve bandas de Barbecue señorea en las calles de Puerto Príncipe, y aunque el nuevo caudillo no tenga palacio presidenci­al al que entrar en triunfo, porque fue destruido por el terremoto, se prepara para reinar en un país en vías de extinción.

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