Listin Diario

Pianista lleva su jazz a la selva amazónica

- Por CAROLINA ABBOTT GALVÃO

En el estado de Pernambuco, en el noreste de Brasil, las fábulas resisten la prueba del tiempo. “Hay una sobre el Pajeú, el río que atraviesa el estado”, dijo el compositor y pianista de jazz Amaro Freitas desde su casa en Recife. “Había una vez una viola brasileña que fue enterrada en el lecho del río. A partir de ese momento, cualquiera que bebiera del arroyo se convertirí­a en poeta”.

Freitas, de 32 años, que nació y creció en Pernambuco, nunca se convirtió en poeta (aunque está casado con una). Pero su obra —que entrelaza estilos musicales tradiciona­les del noreste, como el y el con el lenguaje de John Coltrane y Thelonious Monk, siempre ha tomado de las tradicione­s culturales y la historia de su tierra natal. Como parte de una nueva generación de artistas de jazz brasileños que buscan democratiz­ar e inyectar nueva vida al género, Freitas y su trío obtuvieron elogios de la crítica con álbumes que incluyen

(2016), (2018) y una producción del 2021 que ha descrito como un viaje espiritual a las narrativas olvidadas del Brasil de color.

Su nuevo disco en solitario, lo ve viajar al Amazonas, donde los sonidos de los pájaros, el agua y el susurro de las hojas se prestan a composicio­nes polirrítmi­cas que recuerdan a la selva tropical. La música se basa en los encuentros de

Freitas con la comunidad indígena sateré-mawé.

“Cuando fui allí y vi las casas flotantes, vi las hamacas en los barcos, visité una tribu por primera vez y miré el lugar donde las aguas color pajizo del río Amazonas se encuentran con el negro río Negro, sentí que estaba accediendo a otro Brasil”, dijo Freitas.

Casi al mismo tiempo, desarrolló un mayor interés por tocar pianos preparados, o modificado­s. La técnica se refiere a colocar elementos como pernos o tornillos entre las cuerdas del instrument­o para crear sonidos poco convencion­ales y, a menudo, más rítmicos. Pero en lugar de metal, que dañaría al instrument­o, Freitas utilizó otros objetos, incluyendo madera, semillas del Amazonas, ganchos de ropa y fichas de dominó. Experiment­ar le ayudó a dar vida a los sonidos que escuchaba en el Amazonas. “Quería que estas canciones sonaran como la jungla”, dijo Freitas. “Como los ríos”. El ejercicio también consistió en encontrar un equilibrio entre ritmo y melodía. “Hay momentos en los que me divido entre las semillas amazónicas, los ritmos africanos y, por otro lado, las melodías europeas”, dijo. “Es como si mi mano izquierda es África y mi mano derecha es Europa”.

Freitas aprendió a tocar piano en una iglesia evangélica en las afueras de Recife. Inscribirs­e en un conservato­rio a los 15 años lo expuso lentamente a otros sonidos y métodos.

Continuó estudiando producción musical en una universida­d de Recife y comenzó a tocar en la ciudad. “Por primera vez, comencé a verme como un hombre negro”, recordó. Irrumpir y experiment­ar con nuevos formatos lo llevó al bajista Jean Elton y al baterista Hugo Medeiros. Formaron un trío que consiguió un contrato discográfi­co internacio­nal con el sello Far Out Recordings, con sede en Londres, e hizo giras por Estados

Unidos y Europa.

Para Freitas, hacer música a menudo se siente como una forma de ayudar a las personas a recrear momentos felices que tienden a perderse.

“Mucha gente trabaja todo el día y tiene que correr a casa inmediatam­ente después”, dijo. “Nadie ve la puesta de sol.

“Quiero que mi obra sea eso, una especie de puesta de sol”.

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CARLOS BARNEY La obra de Amaro Freitas se basa en las tradicione­s de Brasil.

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