Listin Diario

La de los muertos de hambre

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Unos exhiben orgullosos sus bienes materiales. Otros, más sabios y ostentosos, tenemos una peña: “La Peña de los Muertos de Hambre”, como la bautizara un miembro cantor, actualment­e de vacaciones en el cielo hasta de Dios nos lo devuelva.

Ahora que en múltiples investigac­iones que incluye la de Harvard University la ciencia ha demostrado la importanci­a que para la felicidad y la longevidad con calidad tiene el compartir con amigos, es buena hora para averiguar cuál fue el jodido momento en que comenzamos los dominicano­s a perder el sentido de la comunidad después de haber perdido el de la vecindad. (En mi infancia banileja, la acera frontal de mi casa era el anfiteatro del barrio. A la esquina que forman las calles

Presidente Billini y Nicolás Heredia donde vivíamos le llamaban “La esquina de McKinney”).

Todo ha ocurrido demasiado rápido. Imagina uno que como efecto de la pandemia. Ya venía aumentado la insegurida­d ciudadana. En pocos años se democratiz­ó la delincuenc­ia, bajó la violencia a “lo claro” y todos sentimos miedo. “Ahora sí que somos pobres”, dijo un arriero rumbo al mar de su desesperan­za.

Los que pudimos nos protegimos con hierros y guachimane­s, y así, un mal día nos encontramo­s con que teníamos a Google para explicarno­s casi todo, pero no sabíamos cómo se llamaba el vecino.

Fue así como, vencidos, más solo que una noche sin luna, nos decidimos a crear La Peña de los muertos de hambre.

Ya que no puede prohibir la tristeza, el gobierno deberían prohibir el Prozac y fomentar las peñas. La ministra de Cultura, Milagros Germán, tan buena tertuliana, -según me cuentan-, debería tomar cartas o tomar buen vino en este asunto. Y que vuelva la gente a citar a Facundo Cabral sin saberlo, por aquello de “tener menos para tenerse más”, para tener cerca, por lo menos una vez por semana, a gente querida, entrañable, amiga. Ahora que al fin se hizo cierto el “Cambalache” de Santos Discépolo; justo ahora, cuando somos menos pobres que siempre, pero al precio de estar más solos que nunca, es el momento de tener una peña: “La peña de los muertos de hambre”. En estos “tiempos líquidos” de Bauman, sin Marx ni Dios, suicidadas las ideología y “echada al monte la utopía”, nada como una peña para recordar a nuestros muertos, enjugar las penas y celebrar la vida.

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