Médico sabe el peso de la edad
Se había convertido en el experto local en lo que llamaba los “efectos secundarios indeseados de la vejez”, por lo que Bob Ross, de 75 años, se frotó las manos con crema para la artritis y entró en una sala de auscultación para ver a su séptimo paciente de edad del día. Tenía casi 50 años de ser médico en el remoto poblado de Ortonville, Minnesota, atendiendo a la mayoría de sus dos mil residentes mientras envejecía junto con ellos. “¿Qué te duele más hoy?”, le preguntó a Nancy Scoblic, de 79 años. “Déjame sacar mi lista”, dijo. “Rodillas adoloridas, pulmones malos, tengo un punto resentido en la pierna y dolor en el hombro. Básicamente, si no duele ahora, probablemente dolerá más tarde”. La mayoría de los pacientes de Ross eran blancos, geriátricos y aún en gran medida autosuficientes —miembros del mismo grupo demográfico que los dos principales candidatos presidenciales de EE. UU., Joe Biden, de 81 años, y Donald
Trump, de 77. Las conversaciones de un ciclo electoral eran las mismas que se desarrollaban en la oficina de Ross: ¿Cuáles eran las mejores maneras de frenar el declive del organismo? ¿Cómo afectaba el envejecimiento a la cognición? ¿Cuándo era necesario hacer adaptaciones en términos de toma de decisiones? Estas eran las preguntas que hacía cada día a sus pacientes, y también a sí mismo. Revisó a Nancy, comprobando si había problemas circulatorios mientras palpaba sus ganglios linfáticos y su arteria carótida en busca de signos de hinchazón. Presionó sus manos contra su abdomen para buscar masas en el hígado o agrandamiento del bazo. Era el mismo examen geriátrico que practicaba al menos 25 veces a la semana, al tiempo que los
llegaban a su oficina mostrando más evidencia de cáncer, más moretones por caídas, más diabetes, más derrames