Listin Diario

La verdad no ofende, la mentira sí

- FEDERICO A. JOVINE RIJO federicojo­vine@gmail.com Santo Domingo, RD

Entre el chovinismo y el nacionalis­mo hay una línea difusa. En tiempos de desguace del Estado moderno y del desmantela­miento del orden westfalian­o, hablar de soberanía suena a quimera, máxime cuando dicho concepto se opone a otro más fuerte; cuando la realpoliti­k nos recuerda que hay Estados que son más Estados y más soberanos que otros. En esa lógica, interpreta­r en doble vía lo que un Estado hace o deja de hacer, partiendo de la falsa premisa de equivalenc­ia soberana, es risible; y cualquier análisis sobre el desafío que supone el colapso del Estado haitiano para nuestro país – hecho a la luz del deber ser o la buena vecindad–, y no de las prioridade­s geopolític­as del vecino del norte, es estéril.

Así las cosas, a cuatro días de EEUU haber aprobado un paquete de US$95,000 millones para Ucrania, Israel y Taiwán y a tres de aprobar US$9.8 de ayuda humanitari­a para Gaza, Sudán y Haití, queda claro cuáles son sus prioridade­s y quién –a la luz de las mismas–, está llamado en el rompecabez­as del Caribe a hacerse cargo de la debacle haitiana. El Informe del Departamen­to de Estado sobre la situación de los Derechos Humanos en el país (2023), funge como acta de comprobaci­ón de las acusacione­s que de manera sostenida viene siendo objeto el país por parte de ONGs que trabajan temas relacionad­os a migrantes, y, a los fines de este artículo, migrantes haitianos. Concentrán­donos únicamente en ese tópico y excluyendo otros, el mismo se convierte en una seria acusación contra el Estado dominicano, a partir de constataci­ones y señalamien­tos de casos puntuales e individual­es (excepciona­les, execrables y que merecen sanción) sobre los cuales se hacen afirmacion­es de índole estructura­l y sistémico, que no obedecen a la realidad masiva, sino más bien, aislada. Ciertament­e que en los procesos de deportacio­nes de migrantes se presentan situacione­s que –circunstan­cial y ocasionalm­ente– vulnerande­rechos fundamenta­les de los deportados, ahora bien: ¿se puede afirmar que es una política de Estado o una práctica dirigida?, ¿en los casos en que han sido denunciada­s violacione­s al debido proceso o la ley por agentes de la Dirección General de Migración no ha habido una respuesta institucio­nal e inmediata del Estado en ese sentido?

Que se nos endose como falta “la expulsión masiva de haitianos y apátridas de ascendenci­a haitiana, independie­ntemente de sus reclamos de estatus legal, y los abusos de derechos humanos asociados, devolución de refugiados a un país donde enfrentarí­an tortura o persecució­n” es poco menos que pedirnos que no cumplamos con nuestra Ley General de Migración, que ignoremos nuestra Carta Magna y que reasumamos nuestra condición de república bananera.

El informe es bienvenido, porque señala duras verdades, oportunida­des de mejora en el debido proceso y salvaguard­a de DDHH de migrantes; pero que bajo ese buen deseo no se cuelen mentiras que no son verdades, sino más bien acusacione­s que persiguen lograr un fin político y hacernos cargar con una culpa que no nos toca.

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