Un aporte al arte antiguo con su telar
LONG BEACH, California — Las arañas son tejedoras. La artista y artesana del telar navajo Melissa Cody lo sabe palpablemente. Sentada sobre pieles de oveja ante su telar, en una de las plataformas de madera que la elevan a medida que crece su pila de gobelinos monumentales, el conocimiento sagrado de la Mujer Araña y el Hombre Araña, quienes trajeron el don de los telares y su artesanía a los diné, o navajos, está allí, en su estudio, con ella.
También llena
la primera gran exposición individual de la obra de la artista, que se exhibe en el MoMA PS1 en Long Island City, Nueva York, hasta el 9 de septiembre en una coproducción con el Museo de Arte de Sao Paulo, en Brasil, conocido como MASP.
La exposición es parte del reconocimiento tardío de los artistas indígenas por parte de museos y otras instituciones. Cody, de 41 años, es una milenial que está a la vanguardia de una forma de arte que se remonta a milenios atrás —basándose en la tradición y a la vez aventurándose con alegría más allá de ella. El título de su exposición alude a su obra de 2021
en la que formas de relojes de arena que se asemejan al vientre de una araña representan a la propia artista.
Cody creció junto al telar, tejiendo los hilos de trama para sus textiles de 2.70 metros de altura con el mismo peine de madera con el que comenzó a los 5 años. Creció en el extremo occidental de la Nación Navajo en Arizona, la cuarta generación de una familia de distinguidas artesanas del telar, en particular su madre galardonada, Lola S. Cody, que cría sus propias ovejas churro para patrones tradicionales como y su abuela Martha Gorman Schultz, todavía pionera a sus 90 años en su telar al aire libre.
Los lienzos complejos y multidimensionales de Cody —o lo que ella llama su “vibra”— están cubiertos de historias pasadas, presentes y futuras, incluyendo las suyas. Se describe a sí misma como una “voz para los chicos que crecieron en los años 80” y, a menudo, incorpora imágenes y tipografía de los primeros videojuegos como Pac-Man y Pong y magnifica los píxeles individuales para que parezcan moverse con fluidez a través de las superficies de sus tapices y convertirse en una fuerza vital propia.
Un tejido en telar de formato grande puede tomar seis meses o más en terminarse. Ha dominado un arte lento en un mundo rápido. La vibrante paleta de colores de Cody surgió de una era oscura: la devastadora campaña del gobierno estadounidense de 1863-1866 para aniquilar a los diné quemando aldeas, matando rebaños y sacando a más de 10 mil navajos de sus tierras. En una marcha forzada, los navajos caminaron cientos de kilómetros hasta Bosque Redondo en Fort Sumner, en el actual Nuevo México, donde fueron encarcelados. Allí, en un acto creativo de resistencia, las mujeres destejieron mantas de lana teñidas sintéticamente proporcionadas por el Gobierno y fabricadas en Pennsylvania, y las retejieron con sus propios diseños, superando el trauma y la pérdida a través de pura perseverancia y belleza. En Long Beach recientemente, Cody manipuló tramas de hilos jubilosos. Sus pensamientos con frecuencia se dirigen a su abuela, que sigue experimentando.
“El conocimiento antiguo codiciado por mis ancestros se expresa por mis dedos, lo cual es un gran honor”, dijo. “Siento que le doy vida a un textil. Y viceversa, el tejido me da vida”.