Artista egipcio cautiva en la Bienal de Venecia
VENECIA — Si cree que una ópera filmada, interpretada en árabe clásico que cuenta a detalle la compleja historia de un levantamiento fallido y relativamente poco conocido del siglo XIX en Egipto puede ser algo menos que convincente, le tengo noticias.
Desde que fue inaugurada la Bienal de Venecia en abril,
un video de 45 minutos al centro de una instalación del artista Wael Shawky, ha estado fascinando a visitantes en el Pabellón Egipcio. A mediados de junio, mucho después de que se hubieran ido los conocedores del mundo del arte, turistas ingresaron al espacio y se sentaron, seducidos por los decorados con colores de dulces, casi caricaturescos, una partitura ricamente melodiosa, coreografías estilizadas en cámara lenta, e incluso un burro real.
Grupos de soldados se balancean en perfecta sincronía, embajadores con sombreros de copa de potencias europeas se agachan sobre una mesa inclinada mientras debaten el destino de Oriente Medio y bailarinas tientan a un borracho en una taberna. Pero a pesar del surrealismo de las imágenes, los acontecimientos históricos son legítimos. Shawky, de 53 años, se ha hecho de un nombre al recurrir al pasado para replantear el entendimiento del presente, a menudo a través de actuaciones filmadas con marionetas, actores en vivo con enormes máscaras o incluso niños. Algunas de sus obras vuelven a contar historias clásicas —sobre las Cruzadas o la expulsión de los árabes musulmanes de Europa— pero desde una perspectiva árabe.
Con Shawky cuenta la historia de la Rebelión de Urabi, encabezada por un joven oficial militar cuyo mensaje de reforma resonó entre la gente común. Supuestamente dio inicio con el asesinato del dueño de un burro a manos de un hombre maltés y terminó con un enfrentamiento entre alejandrinos y fuerzas militares británicas que cobró las vidas de unos 300 egipcios. El levantamiento precipitó el dominio colonial británico de Oriente Medio, incluida su ocupación de Egipto.
Es la primera cinta en la que Shawky trabajó con actores sin máscara, indicó. Los extraños movimientos lentos de los actores tomaron como inspiración el trabajo de Shawky con marionetas. “Los actores no tienen realmente ninguna expresión facial”, explicó. “Usan sus cuerpos para transmitir expresión”. La instalación se completa con una serie de esculturas: vitrinas que parecen ser puros ángulos y piernas dobladas, repletas de marionetas de cristal de Murano, habas y placas de aluminio que muestran tenues imágenes históricas; un relieve de cristal que representa un monstruo de color ámbar parecido a un insecto bailando sobre un fuerte; una estructura de arcilla, paja, resina, acero y cobre combina paisaje, arquitectura y un insecto de arena huyendo. Shawky, radicado en Alejandría, Egipto, consideró que el tema de este proyecto era pertinente para la temática de la Bienal de este año,
“En Egipto, los inmigrantes ahora vienen de Siria y Sudán”, dijo. “Pero si nos remontamos a 1882, los extranjeros en realidad eran ocupantes —franceses, británicos, griegos y súbditos de las colonias británicas”.
También hay ecos de una convulsión más reciente en Egipto —la revolución de 2011, que depuso al entonces presidente Hosni Mubarak y puso fin a décadas de gobierno de partido único. Mohamed Morsi, electo en 2012, fue derrocado en un golpe militar al año siguiente; Abdel Fattah el-Sisi ha ocupado la presidencia desde entonces. Ha vuelto a muchas de las políticas represivas de Mubarak, incluida la censura.
Carolyn Christov-Bakargiev, una curadora que presentó a Shawky en Documenta 13 en 2012, dijo: “Hay una especie de precisión entre las imágenes, el sonido y la forma en que son contadas las historias en la obra de Wael”.
Cuando el Ministerio de Cultura egipcio le propuso representar a su país, el artista vaciló. Se había negado a participar en cualquier actividad patrocinada por el Gobierno después de 2011. “Cuando hablaba con la gente en las calles, tenía la sensación de que estaban perdiendo la confianza en los sistemas y los regímenes a los que solían acudir en busca de respuestas”, comentó. “Sentí que se avecinaba un gran cambio que sería generado por la gente, por nosotros”.
Su única condición fue que el Gobierno le permitiera trabajar sin censura. Su única concesión a los funcionarios fue comunicarles por adelantado el tema de su proyecto. Si les preocupaba la alusión de Shawky a otra “revolución fallida” en la historia egipcia, como él la llamaba, no se enteró de ello.