Un peligroso error
El Gobierno no necesita de mucho esfuerzo para desarticular a la oposición. Al interior de esta se dan señales que expresan infantilismo político, irresponsabilidad y clara limitación en la lectura e interpretación de los escenarios. La Conaie y Ecuarunari se han expresado de manera dura y contundente en contra de Pachakutik y acusan a su dirigente Fanny Campos, de haber traicionado la causa de los movimientos populares e indígenas. El presidente de la primera, Jorge Herrera, y el dirigente de Ecuarunari, Carlos Pérez, al unísono se han lanzado a criticar y deslegitimar la participación de PK en un acuerdo con otras fuerzas políticas como Compromiso Ecuador y Sociedad Patriótica, y hasta piden que se proceda a depurar esas organizaciones para evitar que de ese acercamiento se aproveche la “derecha”.
Los argumentos utilizados para justificar este fundamentalista proceder le hacen el juego al Gobierno, al dejar a un lado las coincidencias entre sectores que, a pesar de ubicarse en tendencias ideológicas diversas, apuntan a objetivos comparti- dos. Cabe señalar entre ellos el pronunciamiento contra la reelección indefinida, el rechazo a las salvaguardias que implicarán efectos fatales para la capacidad de compra de la gente, la defensa de los ahorros del magisterio -capitalizados en el Fondo de Cesantía-, la oposición a la cesación de las obligaciones del Estado con el IESS, a la concentración de poderes en el Ejecutivo, el constante reclamo por el irresponsable endeudamiento externo, la falta de transparencia en el manejo de los recursos del país, etc.
Los dirigentes, como Herrera y Pérez, deberían preocuparse por orientar su posición en una línea de equilibrio, madurez y patriotismo. Basta con que comparen la actitud reiterada del oficialismo y los planteamientos de los colectivos que se le oponen, para que concluyan definiendo quiénes en verdad contradicen las aspiraciones del país y su sociedad, y quiénes están a favor de ellas.
El momento actual de la lucha política demanda desprendimientos. El Ecuador y la democracia lo exigen.