Cameron indigna a las calles
Cientos de personas se manifestaron ayer en Londres para pedir la dimisión del primer ministro británico, David Cameron, por los ‘Papeles de Panamá’ que lo han salpicado. Cameron reconoció el jueves que tuvo acciones por valor de más de 30.000 libras en un fondo de inversión en Bahamas. Ayer reconoció que “debería haber gestionado mejor este asunto”. dador del despacho presente en tres continentes, fue nombrado ministro de Justicia por el dictador Omar Torrijos.
No toda la abogacía se dedica solo a manejar empresas offshore. Pero, como reconoce Juan Carlos Aráuz, vicepresidente del Colegio de Abogados, el derecho mercantil panameño está profundamente condicionado por una legislación que apenas se ha tocado desde 1927, cuando inspirados por el ejemplo estadounidense se abrieron las puertas a estos polémicos vehículos jurídicos: “Todo el derecho corporativo está tan implantado en la socie- dad panameña que no es sesgada la presencia de abogados en el Gobierno”. El viceministro de Exteriores y socio en excedencia de Morgan & Morgan, Luis Hincapié, es por ejemplo especialista en “la incorporación de estructuras offshore en Panamá, Belice e islas Vírgenes Británicas”, según informa el despacho. Su nombre aparece en 193 operaciones entre los documentos filtrados.
En Panamá “puedes pasar de lo público a lo privado y la inversa. Ha pasado siempre. Este es un país hecho por abogados y para abogados”, sostiene el catedrático de Derecho Constitucional Miguel Ángel Bernal. La historia del istmo está atravesada por el juego de intereses comerciales y geopolíticos abiertos alrededor del canal transoceánico. Y su andamiaje jurídico y bancario está pensado para que el cliente siempre tenga razón.
“Hay demasiados abogados en el gobierno que vienen del sector offshore. A veces uno duda si realmente representan los intereses de cuatro millones de panameños o su sector”, apunta el representante de Transparencia Internacional en Panamá, Ramón Arias.
En principio, no es una cuestión directamente económica. Un ministro panameño gana alrededor de los 7.000 dólares al mes, mientras que el socio de un despacho de los grandes puede superar los 25.000 más variables. Se trataría más bien de una fascinación por el poder y sobre todo de cómo engorda la agenda de contactos tras pasar por un cargo público.
Fonseca Mora, el hombre que se jacta de haber creado más de 240.000 empresas y cuya filtración ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de tapar los agujeros de la opacidad financiera global, ha sido ministro con los dos últimos presidentes panameños. Su hijo, Eduardo Fonseca Ward, fue designado hace dos años cónsul general en Emiratos Árabes Unidos, donde tiene una de sus sedes la firma de abogados de su padre. Alfredo Fonseca Mora, otro de sus hijos, es el actual director general de la Autoridad Aeronáutica Civil.
Gian Castillero, uno de los asesores de la cancillería, es uno de los pesos pesados en las negociaciones de Panamá con los organismos internacionales sobre lucha contra el blanqueo y la evasión fiscal. Y a la vez, aparece entre la lista de socios de Arifa, otro de los grandes despachos. El nombre de Castillero también se encuentra relacionado hasta con 90 empresas en los ‘Papeles de Panamá’.