DAVID HARUTYUNYAN “Con la Ley de Cultura me convertiría en herramienta política”
Yo no me quiero ir, pero ya ahora no hay marcha atrás. Quisiera que más artistas hablaran sobre sus objeciones a la ley. ca de unos funcionarios. Yo perdería la esencia de artista. La política directamente habría entrado a mi arte, y yo y la política no nos mezclamos… La ley plantea poner sobre mí a un artista o a un conjunto de artistas que decide cómo yo debo hacer las cosas, qué debo tocar, dónde debo tocar, y eso me debe corresponder a mis músicos y a mí.
Hay quienes dicen que un sistema rector para los fondos públicos culturales es necesario…
Para revisar cómo trabajan las entidades públicas con los fondos públicos existe la Contraloría del Estado. Y para saber si yo dirijo bien y si mis músicos tocan bien existe el público, la crítica y los medios de comunicación, que así como me han subido al trono, también me han hecho pedazos. A través de esta forma se realiza la revisión artística, no poniéndonos encima a un funcionario sentado encima de otro funcionario, una comisión artística, un directorio y más.
¿Ha sentido alguna repercusión con respecto a la decisión que ha tomado?
Hace un mes hablé con el presidente de la Orquesta, Jorge Saade, y le advertí con anticipación mi decisión de no continuar como director. Hace una semana, lo llamaron del Ministerio de Cultura y Patrimonio y le indicaron que debía terminar mi contrato y contratar a un director temporal. Ese día él se subió frente a los músicos y les dijo que no estaba conforme con esa decisión, y que también presentaría su renuncia junto a la mía (esto sucedió el pasado martes). Así es que entra la política en el arte.
¿La falta de fondos y las complicaciones que se han presentado con la infraestructura del Centro Cívico son también motivos que han complicado la labor de la orquesta?
Como orquesta tenemos un presupuesto, pero ese presupuesto no alcanza ni para el 50 % del funcionamiento de la orquesta. El problema es que nosotros tenemos que pedir permiso para todo lo que queramos hacer. No manejamos nuestros propios fondos, nuestra política cultural, ni nuestras contrataciones. El teatro está clausurado desde el terremoto y en este año no hemos tocado ni un concierto ahí.
¿Se ha reducido entonces el número de conciertos que se han dado este año?
Por supuesto. Los teatros privados como el Sánchez Aguilar y el Teatro Centro de Arte nos pueden prestar sus instalaciones, gracias a la demanda del público, cinco o seis veces al año. La concha acústica de Samanes nos la prestan dos o tres veces. Las iglesias (lo hacen) de vez en cuando y no siempre tienen las características necesarias para que podamos presentarnos. Entonces, sin teatro, ¿cómo podemos trabajar? Si lo van a arreglar, que lo arreglen, pero hasta ahora no ha sucedido nada. Elartenosepuede coordinarcomo conjunto.Nose puedeesperarqueyo toquecomolohace LojaoBabahoyo.
El concierto de hoy es un recital inusual para cerrar su etapa junto a la Orquesta Sinfónica de la ciudad…
Sí. Es un concierto que tiene un perfil diferente. Incluso la disposición del escenario es algo que he evitado hacer en mi vida. Decidí ‘cerrar la tienda’ así porque llevaba algún tiempo queriendo hacer algo distinto. Siento que el público espera ciertas cosas de nosotros como músicos académicos y quería mostrar otra faceta de nuestra música.
¿Qué viene para usted después de esto?
Un descanso tremendo. Llevo veintiséis años dirigiendo sin parar. Necesito, por lo menos, unos cuantos meses para no pensar nada y simplemente descansar… Tengo dos sinfonías grandes pendientes que también quiero continuar.